Entrevista a Tomás Eliaschev, periodista y secretario de Derechos Humanos del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa).
POR EMILIA RACCIATTI (*)
@emiliaracciatti
Tomás Eliaschev reconstruye en “No nos callan nunca más” la trama que se fue hilvanando en las redacciones de los medios de comunicación en los últimos años para reflexionar sobre la práctica periodística ante un escenario de crisis en el que, a partir del cambio de gobierno de 2015, ya son 4500 los puestos de trabajo perdidos.
“Nos encontramos con un gobierno que asimila periodismo con grandes empresas y que dice que se terminó la guerra contra el periodismo iniciando un ataque feroz sobre las condiciones de vida de los trabajadores en general y de los trabajadores de prensa en particular”, advierte en diálogo con Fibra quien también es secretario de Derechos Humanos del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa).
En el libro publicado por Colectivo de Trabajadores de Prensa Ediciones, el periodista repasa su formación y cómo se gestó su interés por la organización sindical, a la que reivindica como una herramienta fundamental para “no dejarse ganar por la apatía y el cinismo”.
La precarización laboral, el cierre de medios y los despidos masivos golpean a un oficio que Eliaschev propone pensar como práctica colectiva y desde el conflicto que supone pelear “epígrafe a epígrafe, renglón a renglón, videograph por videograph” para dar cuenta de voces que buscan ser silenciadas. Una historia de esos entramados y desafíos se puede leer en “No nos callamos nunca más. Una historia de libertad de expresión y censura. La disputa adentro de los medios”.
¿Cómo fue tu encuentro con el periodismo?
A fines de 2001, con el levantamiento popular del 19 y 20 de diciembre fui uno de los tantos que salió a la calle y cuando llegó a la casa se encontró con que lo que veía no reflejaba lo que habíamos protagonizado. Fueron días trágicos, con asesinatos, pero también eran días en los que un pueblo tomaba protagonismo luego de la larga década de los 90. Encontré una herramienta que fue el colectivo de comunicación alternativa Indymedia, una red global que había surgido durante las protestas de la Organización Mundial del Comercio en Seattle en el 99, y que se había expandido. Me sumé sin considerarme periodista, como un voluntario más que iba a registrar los hechos. Recorrí asambleas populares, fábricas recuperadas y me lo fui tomando cada vez más en serio. Estuve en la masacre de Avellaneda el 26 de junio, donde Indymedia cumplió un rol importante a la hora de desmontar el intento del gobierno de Duhalde de demonizar a las organizaciones piqueteras. En mayo de 2003, logré, gracias a mi viejo, entrar como pasante a Diario Popular donde fui el último cronista móvil. Iba a cubrir hechos policiales, situaciones que acontecen siempre con algún tinte trágico. Me formé en esa redacción a través de la humildad de los periodistas de oficio. Sin dudas mi formación fue entre esos dos medios: Indymedia y Popular.
¿Y cómo se fue conformando tu experiencia gremial?
En estas coberturas que realizaba en Indymedia, cubrimos la lucha de TyC por el cierre de la revista El Gráfico que lideró Pablo Llonto y me preguntaba qué pasaba que no estaba la Uptba. En 2002 hubo una pelea por el estatuto con una ocupación de la editorial Perfil. En el Diario Popular, que es el tercer diario del país, muy ninguneado por estar más allá de la General Paz y por ser leído básicamente por los sectores populares, cuando empezaron las asambleas y los reclamos me di cuenta de que esa realidad era incómoda y maldita. No se hablaba de lo que pasaba dentro de las redacciones y las luchas de los trabajadores de prensa no tenían cobertura periodística. Sufríamos la paradoja de ser trabajadores de comunicación y no poder comunicar nuestros anhelos, nuestros reclamos. Durante los 90, el periodismo tenía muy buena imagen pública porque era un dique de contención ante la corrupción menemista y en 2002 se leía en las paredes “nos mean y la prensa dice que llueve”, se empezó a tener una conciencia acerca de cuál era el rol de los medios. Soy un apasionado del periodismo entonces por qué le vamos a entregar la idea de periodismo a quienes en realidad son lobbistas de intereses extra periodísticos, operadores del gobierno de turno. Siempre estuve en las redacciones con esta idea: qué maravilloso que es poder desarrollar el oficio periodístico y que te paguen por hacerlo y qué interesante que es una respuesta colectiva porque en la romantización del periodismo de los 90 se destacaba al individuo por sobre el colectivo. Cuando conocí a los delegados que sostenían la antorcha de la organización encendida, cuando casi no había movimiento sindical en el gremio de prensa, me acerqué porque además me daban información sobre las luchas que componían el hilo rojo de nuestra historia.
¿Cómo creés que influyó la ley de servicios de comunicación audiovisual en los debates en el campo del periodismo?
Sin lugar a dudas la ruptura entre el gobierno kirchnerista y el grupo Clarín fue el episodio que daría inicio a la llamada “grieta” que generó condiciones para que discutiéramos un montón de cosas. En ese marco, en 2010 se produce el vaciamiento y cierre del diario Crítica y la comisión interna, dirigida por trabajadores como Alejandro Bercovich y Martina Noailles, junto con la asamblea plantean cómo en un contexto en el que se está debatiendo una nueva ley de medios se cierra una voz y se deja a cientos de familias en la calle. Esa lucha convocó muchísimas adhesiones y fue un renacimiento para el gremio de prensa, dieron la disputa pública, entonces se sumaron comisiones internas que comenzaron a reunirse en el plenario de delegados. El momento de la llamada “grieta” fue una posibilidad de repensar cuál es nuestra identidad y, al calor de ese conflicto, repensar la reorganización de la vida gremial en Clarín que hasta el momento no tenía delegados. Así empezamos a plantear solidaridad entre trabajadores de distintos medios. El kirchnerismo, aun con todas sus limitaciones, hizo que discutiéramos un montón de cosas, con un ejecutivo preocupado para que no se perdieran las fuentes de trabajo. Con el macrismo esta situación se agudiza porque pone todas las fichas en que el espectro de medios se redujera abruptamente. Nos encontramos con un gobierno que asimila periodismo con grandes empresas y que dice que se terminó la guerra contra el periodismo iniciando un ataque feroz sobre las condiciones de vida de los trabajadores en general y de los trabajadores de prensa en particular. Hablamos de 4500 puestos de trabajo perdidos. Es el peor momento para el periodismo desde el retorno de la democracia. Toda la lucha construida previamente nos puso en condiciones para enfrentar a este gobierno. Necesitamos muchísimos más periodistas y equipos de periodistas a lo largo y ancho del país, porque es tan grande el flujo de información que se maneja que es un terreno muy propicio para las noticias falsas, para las operaciones a través de las redes sociales.
Hoy, además, la represión es una de realidad concreta y cotidiana para los trabajadores de prensa.
Sí, Patricia Bullrich está obsesionada con los medios. El 14 de diciembre de 2017 aún con los gases lacrimógenos y el ladrido de los feroces perros policiales sonando en el aire, se apersonó en el cóctel de FOPEA (Foro de Periodismo Argentino). Considera que los medios son periodistas adictos como Néstor Sclauzero, presidente de esa entidad y funcionario responsable del ajuste en canal 7. No existe la objetividad, ante una represión a una protesta social los medios revelan su enorme potencial, ya sea para ser cómplices de esa represión y preparar el terreno para legitimar la violencia del Estado o para denunciar esa violencia y evitar el asesinato de manifestantes. Y en el caso de que se produzcan muertes, poder luchar en contra de la impunidad. El protocolo que en algún momento la ministra quiso aplicar para los periodistas es impracticable, nadie está en “una zona determinada” en una protesta como la de la reforma previsional de 2017 o la aparición con vida de Santiago Maldonado. Bullrich es la responsable de que tengamos al menos 58 trabajadores de prensa heridos con perdigonazos de goma mientras desarrollaban tareas periodísticas con su cámara, tomando testimonios. A esto hay que sumarle los 28 casos de trabajadores de prensa detenidos mientras estaban desarrollando coberturas. Esto configura un panorama de muchísima agresividad de parte del Estado hacia los trabajadores de prensa.
En este contexto, ¿cuál es el desafío para ejercer el periodismo?
Es seguir enamorados de este oficio. Los compañeros que conservan su puesto de trabajo padecen mucho malestar porque permanentemente tienen que estar lidiando con una situación de muchísima pauperización, hay compañeros que no pueden pagar el alquiler, los remedios, o que están cayendo en la línea de la pobreza. Hay un gran malestar en cuestiones editoriales porque los dueños de los medios tienen un gran desprecio por el oficio periodístico, muchos ni siquiera leen los medios de los cuales son dueños. La única preocupación es utilizarlos como plataforma para operaciones. ¿Cómo reenamorarse del oficio en un contexto en el que hay una connivencia entre servicios de inteligencia y figuras periodísticas para colocar determinados temas? El gran desafío es recuperar el periodismo para el pueblo. Tiene que estar para denunciar las injusticias. El fuego sagrado tiene que ver con poder revertir las injusticias. No existe el periodismo objetivo, todo periodismo es militante, el tema es a favor de qué intereses milita, si de las clases dominantes o si toma partido por las personas de a pie y que en este momento están sufriendo despidos, desalojos. No dejarse ganar por la apatía, por el cinismo. Hay una pelea que es epígrafe a epígrafe, renglón a renglón, videograph por videograph.
¿Y cuál dirías que es el desafío como sindicato?
Tenemos el enorme desafío de enfrentar los despidos, una situación tan difícil para los sectores populares y para el gremio de prensa. También el de convencer a la enorme mayoría de compañeros de que la actividad sindical es necesaria. El desafío también es pensar un nuevo periodismo porque no solo no está muriendo, sino que está recién naciendo y como sindicato, retomando las mejores tradiciones sindicales como la de la CGT de los Argentinos, tenemos que pensar el país en el que vivimos, el desarrollo de la rama de la producción en la que trabajamos, cómo es el sistema de medios. El enorme desafío es que, ojalá, ante un gobierno de diferente signo político haya oportunidad para que se escuche la voz de los trabajadores de prensa. Ahí el Sipreba tiene un enorme rol que, es más allá de la resistencia, pasar de la cuestión contestataria a la propositiva.