Entrevista a a Larisa Kejval, autora del libro “Libertad de antena”.
POR EMILIA RACCIATTI (*)
@emiliaracciatti
Larisa Kejval es doctora en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación y Cultura y licenciada en Comunicación Social de la UBA, carrera en la que hoy se desempeña como secretaria académica. Además, es docente e investigadora en esa facultad y en la Universidad Nacional de Avellaneda. Acaba de publicar “Libertad de antena”, libro en el que indaga en la identidad política de las radios comunitarias, populares y alternativas argentinas entre 1983 y 2015.
Se trata de un trabajo de investigación que es su tesis de doctorado y fue reconocido con el Primer Premio del Concurso Internacional de Tesis Doctorales organizado por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social y acaba de publicar UNDAV ediciones con prólogo de Damián Loreti.
En esta entrevista con Fibra, Kejval destaca la importancia de un sector que pelea por “espacios estratégicos para relatar la conflictividad social” en un contexto de concentración inédita de medios de comunicación y plantea los logros y desafíos de las radios como actores políticos.
El libro es tu tesis de doctorado. ¿Cómo fue tu acercamiento al tema?
La tesis tuvo mucho que ver con mi historia. Desde mi pertenencia a FM La Tribu y a redes de medios comunitarios, populares y alternativos como Farco y la Asociación de Radios Comunitarias. Desde esa experiencia me inquietó siempre la pregunta relacionada con la amenaza de la dispersión. Parto de la certeza de que, para generar transformaciones en algún aspecto del orden social, es necesaria la articulación de los actores. Estas articulaciones son siempre precarias y están amenazadas por sus diferencias. En ese sentido, el libro se pregunta cómo se ha ido construyendo un nosotros colectivo que expresa un movimiento y una serie de demandas. Desde ese punto de vista uno podría pensar que no es tanto un libro de comunicación sino también un libro de filosofía política.
El recorrido del libro comienza en la década del 80. ¿Cómo se va construyendo ese sector?
En nuestro país el término alternativo viene del ámbito académico que empieza a pensar en términos de alternativa comunicacional en un contexto en el que empiezan a visualizarse los límites y fracasos del desarrollo de políticas de comunicación en los años 90. Ese interés se pierde un poco en esa década, en un contexto de creciente concentración mediática.
Igualmente el componente académico siempre estuvo muy presente.
Siempre estuvo. De hecho yo me siento parte de ese entrecruzamiento entre la pata académica y la praxis político-comunicacional. En nuestro país si pensamos en quiénes introdujeron esta temática y preocupación por lo alternativo tenemos que hablar de los intelectuales que volvieron después de haber estado exiliados. Pienso en Marita Mata, Washington Uranga, los fundadores de Incupo y otros que se fueron sumando.
¿Cómo se articularon las demandas del sector en torno a lo que fue la ley de servicios de comunicación audiovisual?
Los integrantes de estas radios venían de trayectorias políticas diferentes, del peronismo, de la izquierda, de movimientos sociales pero compartían una demanda común por una nueva ley de radiodifusión de carácter democrático que, al mismo tiempo que las reconociera como actores legales con plenos derechos, democratizara el sistema comunicacional y se constituyera en mayor democracia para la sociedad. Esa demanda surge desde la misma creación de las radios llamadas truchas, ilegales, clandestinas y se transforma en una demanda que va a ser una constante hasta la sanción de la ley de servicios de comunicación audiovisual. La pregunta del libro tiene que ver con pensar qué pasa cuando esa demanda se institucionaliza en el marco jurídico del estado. La hipótesis es que la sanción y la paulatina aplicación de la ley implicaron una reconfiguración de la identidad política de estas radios.
¿Cuándo ubicás un quiebre en ese sentido?
En 2008, porque retomando a Chantal Mouffe y a Ernesto Laclau, la identidad política de estas radios se configura a partir de un antagonismo que las constituye e implica una frontera de carácter constitutivo. Ese antagonismo, hasta 2008, estuvo conformado por la relación de alianza, subordinación o complicidad entre Estado-gobierno nacional y sistemas de medios concentrados. En 2008 cuando el gobierno nacional decide hacer propia esta demanda histórica, lo que se quiebra es esa relación de alianza, subordinación o complicidad. Todo esto en el contexto por la resolución 125 que disponía retenciones a las agroexportaciones y generó un lockout patronal a través de la Mesa de Enlace.
De esta manera hay un quiebre que se consolida cuando el gobierno retoma esa demanda…
Sí, creo que en 2008 algunos actores reconocieron una oportunidad y tomaron decisiones para meter una cuña pero desde un proceso organizativo histórico. Ya en 2004 se gesta una Coalición para una Radiodifusión Democrática y, a pesar de que algunos que venían desde diferentes sectores, empiezan a ver en el gobierno de Néstor Kirchner la posibilidad de volver a poner en agenda el proyecto de ley de radiodifusión democrática, que era una gran deuda de la democracia. Ese grupo proviene de los medios comunitarios, de las universidades nacionales, de sectores cooperativos o de trabajadores de los medios de comunicación. Recupero el rol de la universidad porque durante los años 90 fue uno de los lugares en los que se gestó un pensamiento que no abandonó el horizonte de una comunicación más democrática.
¿Cómo explicás la etapa posterior a la sanción de la ley?
Las redes de medios comunitarios se posicionaron de manera diferente. Farco asumió la ley como una conquista propia y la Red Nacional de Medios Alternativos ocupó un lugar de permanente confrontación y demanda. La ley puso en evidencia un conjunto de diferencias que ya estaban latentes. Por ejemplo, los modos de concebir el Estado.
¿Cuáles son las conquistas que permitió la ley para este colectivo?
Es una de las pocas legislaciones que garantiza que un porcentaje de los impuestos recaudados por los entes del Estado (ENaCom ahora, Afsca antes) sea destinado a fortalecer el sector. Eso es letra de ley y para cambiarlo hay que tener una mayoría especial en el Congreso. Eso es una conquista. Como este gobierno no lo puede cambiar y tampoco lo incumple del todo, dilata, intima, erosiona, lo hace a cuentagotas. En este momento la plena implementación de los Fomeca es la principal pelea del sector. Otra conquista es que se promovió el reconocimiento de otros actores con derechos propios como los pueblos originarios. Estos actores se empezaron a nombrar como indígenas, con una cosmovisión propia, una pelea por las tierras, una particular relación con la naturaleza. De esta manera se visibiliza en el espacio público a un actor con nombre propio.
¿Qué deudas marcás?
La gran deuda pendiente ha sido la efectiva legalización de las radios, sobre todo que en las zonas de conflicto, en las grandes ciudades, las radios pudieran contar con sus licencias. Hoy pagamos las consecuencias. ENaCom acaba de decomisar y cerrar Radio Ocupas, una radio de Moreno en la que laburan pibes con discapacidad. Allí donde el Estado incumple con su obligación de legalizar, el mismo Estado clausura, decomisa. Algunas dirigencias políticas no comprendieron del todo qué significaba construir una comunicación con fuerte arraigo popular, que no se redujera al empoderamiento económico de algún u otro empresario que pudiera construir agendas afines a las de gobierno. Construir esa comunicación significa generar recursos, ensanchar las posibilidades de actores que van a estar a favor de los intereses de los sectores populares pero que no necesariamente van a responder en lo inmediato a las agendas de los gobiernos. Es un riesgo para un gobierno porque no se lo puede dirigir desde la publicidad oficial, pero algunos creemos que esta comunicación solidifica y hace más denso un sistema democrático. Hay peleas que seguimos dando que en algún momento tendremos otras condiciones para recuperar.
¿Cómo se reconfigura hoy esa identidad comunitaria, popular y alternativa?
Se vuelve a dar una rearticulación fuerte entre poder político y medios concentrados y convergentes. Eso genera las condiciones para la restitución de una nueva unidad del sector. En la Argentina especialmente se da una fuerte reflexión sobre su rol como actores políticos y no sólo comunicacionales. Hay profundas discusiones políticas en las radios. En los años 90 las radios empiezan a pensarse como actores que quieren incidir en el espacio público entonces hacen propia la necesidad de la masividad. En general hay un consenso en no pensarse como refugios expresivos sino como medios masivos en un sistema mediático en el que quieren dar una pelea, por lo tanto quieren ser masivos, tener audiencia. Eso genera una cantidad de cuestiones como interés en profesionalizarse, atender a los gustos populares, dialogar con eso, preocupación por las agendas, formatos, géneros.
En ese marco, ¿cómo ves la relación de estas radios con las audiencias?
No es un tema que trabajé en este libro pero sí lo hice en investigaciones anteriores. En general los estudios de audiencia invisibilizan la presencia de este sector. En 2015 hicimos una investigación de audiencias con dos radios del sur de Buenos Aires: Radio Gráfica y FM Riachuelo. Fue cuantitativa, a través de encuestas en el espacio público con habitantes de los barrios de La Boca y de Barracas, con una muestra que buscaba representar a la población, entonces encuestamos en las plazas pero también en la villa 21.24. Fueron 503 casos y preguntamos si habían escuchado radio en la última semana. El 60 por ciento dijo que sí, entonces en un contexto en el que pareciera que va a desaparecer, la radio sigue vigente como medio de comunicación. Otra pregunta era si la habían escuchado por aire o por Internet: el 96 por ciento de los entrevistados dijo que por aire, necesitaron una señal analógica que llegara a sus receptores. Es un dato relevante porque la pelea por la libertad de antena sigue siendo una cuestión relevante. Después, al preguntarle por las radios que habían escuchado la última semana, tomábamos nota de las dos primeras que nombraban de forma espontánea, no les dábamos una lista, y nombraron 59 radios diferentes. IBOPE nunca nombra 59 radios diferentes. La más nombrada fue Radio Mitre que concentró un 12% pero fueron nombradas radios absolutamente diversas. Nos preguntábamos si la radio no será un medio en el que la atención está un poco más dispersa. Y no se nos representa de esta manera cuando vemos los estudios de consultoras como IBOPE.
¿Cómo pensás el fenómeno de las radios por Internet que buscan crear comunidad?
No me detuve a estudiar esas experiencias, son bastante recientes. A mí lo que me preocupa es que eso sea un modelo que le ahorre al Estado otro tipo de políticas que democraticen las comunicaciones. Internet no viene a resolver el problema de la democratización de las comunicaciones. No me parece que sea la salida, es una experiencia que ojalá que vaya creciendo pero no resuelve el lugar de la radio en amplias zonas de nuestro país.
¿Cuál es el mayor desafío para este colectivo hoy?
Otras condiciones políticas. Estamos en etapas de resistencia, ahora no es igual a los 90, hay un acumulado, los medios se reconocen con ese acumulado, con ciertas fortalezas, capacidades. No fue en vano la historia, la construcción, la ley de servicios de comunicación audiovisual. Algunos están muy saqueados por los tarifazos. Si pensamos que en este tiempo seguimos necesitando de espacios de creatividad política y profunda atención a lo que va emergiendo, estas son zonas en las que pueden emerger y articularse esas creatividades políticas. No es un capital menor en tiempos de resistencia. En un contexto inédito de concentración de medios estos colectivos son espacios estratégicos para relatar la conflictividad social.
(*) Licenciada en Comunicación (UBA) y periodista de la Agencia de Noticias Télam.