El debate detrás de cámara.
POR ANDREA MALLIMACI
@anmallimaci
Algo está cambiando en el discurso mediático argentino. La fuerza de las demandas populares contra la violencia machista y la toma de conciencia sobre desigualdades y asimetrías históricas repercuten en el mundo de los medios. Desde Rial y las tardes de chimentos llenas de conciencia machista hasta los galanes de novelas puestos en dudas en su voracidad sexual que solía justificarlo todo. Este repentino y a la vez paulatino cambio de discurso obliga a pensar y repensar prácticas relacionadas con el hacer de los medios y con los, y sobre todo las, profesionales que lo integran.
El vínculo de las mujeres y los medios fue trabajado por numerosos estudios en diferentes niveles. Se propone aquí un recorrido desde la mirada de las hacedoras de los medios sobre problemáticas comunes y trayectorias que se cruzan en el dificultoso camino profesional de las mujeres en los medios. Un breve y seguro insuficiente paneo sobre la situación de las mujeres y los medios de comunicación.
De manera estructurada, podemos empezar por aquel momento que muchas veces es la piedra inicial de la voluntad de participación en los medios: la formación de profesionales. Aunque casi siempre que vemos o escuchamos los medios o atendemos a sus estructuras de poder vemos hombres, en la formación de profesionales esta relación no se ve representada. Según el informe de la Dirección de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de 20171, tanto en carreras de comunicación como en artes visuales los números no sólo son parejos sino que es mayor el nivel de inscripción de mujeres que de varones. Sin embargo, si nos acercamos a las carreras más técnicas como los distintos tipos de ingeniería, es notablemente mayor el número de estudiantes varones que mujeres.
En cuanto al acceso al mercado laboral, es difícil encontrar cifras sobre la incorporación de las mujeres a los equipos de trabajos en los medios. La organización “Mujeres audiovisuales” (MUA)2 trabaja la temática hace tiempo y denuncia no solo la falta de paridad sino también la brecha en las trayectorias hacia los espacios de toma de decisiones. Por eso, en sus reclamos figura el cupo en los equipos de trabajo, la igualdad en las condiciones laborales y la pelea “desde adentro” a los contenidos sexistas. Algo interesante que esta organización señala es que en los jurados de los festivales también existe una brecha notable entre miembros varones y mujeres. Esta característica es coherente con la desigualdad en el acceso, pero también es particularmente sintomática en términos valorativos. La suerte de muchos productos audiovisuales depende de las apreciaciones, decisiones y observaciones que lleve adelante este jurado. En este sentido va uno de los lemas de la organización “si nosotras miramos, el mundo se transforma”, toma un fuerte sentido. La mirada es desde la cámara, la producción, la realización; pero también es la mirada especializada que va a subir o bajar el pulgar y definir la suerte de un producto.
Otra forma de enfrentar a reunir y fortalecer demandas es a través de la construcción de medios propios, una alternativa que encontraron diversos colectivos de mujeres. Cynhtia Castoriano forma parte de la cooperativa de comunicación feminista Manifiesta3. Al respecto ella sostiene: “La comunicación feminista es una comunicación que presupone la existencia de identidades invisibilizadas en los medios hegemónicos de comunicación que toma en cuenta miradas disidentes y a las minorías; que se propone reconstruir historias verídicas y ficciones en las que las y los protagonistas sean otros, y por lo tanto sean otros los resultados de ese mensaje. Manifiesta suma una mirada, estamos convencidas de que el efecto que producen los medios de comunicación hegemónicos es restrictivo, condicionante y sesgado de la realidad”.
En el camino de sumar miradas desde los márgenes, recientemente se estrenó en el medio online UN34 una serie anunciada como la primera en ser realizada enteramente por mujeres. Tanto la coordinadora del espacio, Rocío Carbajo como la directora del proyecto, Malena Pichot, afirman que esta decisión fue eminentemente política. “Los medios audiovisuales son un espacio que históricamente estuvo liderado por hombres, y los espacios de comunicación clásicos lo siguen estando. Creo que la ventaja fundamental de esto es que paso a paso se siguen rompiendo estructuras patriarcales y las mujeres vamos ganando terreno en espacios que antes no nos eran dados”, dice Carbajo al respecto.
En efecto, son pocas las mujeres en espacios de poder en el mundo de los medios. Tal vez una de las más relevantes de la historia de la televisión sea Bernarda Llorente, quien estuvo al frente junto a Claudio Villarruel del Telefé de los 2000, aquel proyecto exitosísimo en términos de audiencia que puso en pantalla contenidos con fuerte contenido social inaugurando una verdadera novedad para el prime time hegemónico. “Seguramente mi carrera siendo hombre hubiera sido distinta. Yo me considero una privilegiada”, dice Llorente respecto a su posición y alerta. “Es importante que cuando las mujeres intentamos no reproducir determinadas lógicas de los hombres en poder y liderazgo, se entiendan de esa manera. Las mujeres siempre estamos bajo exámenes, bajo la lupa y siempre tenemos que demostrar mucho más que los hombres, sobre todo en determinados puestos. Tenemos que demostrar que valemos, que sabemos lo que hacemos, que tenemos capacidad y visión estratégica. La mirada masculina suele ser la mirada desde el prejuicio. Es fundamental que las mujeres contribuyamos a una mirada distinta, no solo en el mundo de trabajo sino en la vida”. Respecto a las trayectorias y los roles, dice “cuando uno va a las estadísticas de los medios, del arte, de distintas disciplinas siempre las mujeres jugamos con muchas menos posibilidades y en desventaja. Las mujeres nos hemos incorporado masivamente al mercado de trabajo y a los medios, pero son muchísimas las hacedoras de los trabajos, muchas veces más invisibles y más esforzados. Hay un problema de reconocimiento para llegar a las capas más directivas. Las mujeres CEOS en Argentina ocupan 1% o 2% del total de las empresas. En los directorios las mujeres no llegan ni al 11%. Y cuando uno va específicamente a los medios basta ver las áreas que ocupan las mujeres. Hay pocas mujeres hablando de política, economía, de los, entre comillas, “temas serios, importantes o estratégicos”. Y hay muchas mujeres trabajando en lo que es la reproducción de esta imagen sobre para qué somos buenas las mujeres y a qué nos tenemos que dedicar. Los cuidados, las tendencias o las modas. A las mujeres nos reconocen la capacidad, la voluntad, el esfuerzo, el empeño, el profesionalismo… lo que falta reconocer en serio son los lugares de liderazgo”.
Todos los testimonios coinciden en una observación: hay un cambio cultural que está emergiendo con potencia. Malena Pichot dice con respecto a la paridad en los medios: “si sucede efectivamente una especie de paridad la ventaja es a la vida de las personas no al medio. El medio será la representación de la vida de las personas y será beneficiado en ese sentido”. Cynthia Castoriano, por su parte, se refiere a los públicos: “El mayor desafío se trata de construir un nuevo público. Estamos convencidas que somos los canales reales, identidades no mostradas en los medios. Cuanto más público construyamos, más batalla culturales vamos a poder dar”. Bernarda Llorente, a su vez, alerta sobre lo sinuoso que son estos caminos: “creo que el mayor cambio cultural que se está dando en el mundo tiene que ver con el empoderamiento de las mujeres. Yo no quisiera que nosotros mismos nos durmamos en los laureles. Creo todos somos responsables, que es necesario avanzar y consolidar posiciones porque sino se retrocede. Muchas veces ha habido alzas y bajas en el tema mujer en diferentes etapas del siglo XX y XXI. En el siglo XX se pudo avanzar en igualdad en términos de legislación pero no en términos de derechos, creo que lo que falta es el ejercicio pleno en la igualdad de derechos. El cambio cultural es imprescindible y necesario pero también los son las condiciones materiales y objetivas en las cuales nos desarrollamos las mujeres en el mundo laboral, en un mundo en el que finalmente el lugar de las mujeres no es gratuito, corresponde a determinados parámetros económicos y culturales que corresponden a una economía capitalista en la cual es funcional la desigualdad. Consolidar este avance es poder evitar esta precarización y desigualdad que crece en el mundo”.
Un cambio cultural evidente que empieza a notarse en los contenidos que se basan en el criterio de rentabilidad y en políticas públicas destinadas a construir legitimidad. Una cantidad de mujeres que siempre estuvieron ahí pero que empiezan a ser miradas y construidas como sujetos de derechos y protagonistas de relatos. Avances logrados con la fuerza del empujón, con la generosidad de las consagradas y la garra de las militantes. Un nuevo mundo parece asomarse en los medios de comunicación, muchas veces resistido por los que aún tienen el poder, con algunas intenciones de invisibilizarlo con relatos y protagonistas, pero con la fuerza de lo inevitable creando lugar, haciendo sentido y construyendo identidades.