El levantamiento de una de las tiras más esperadas de Telefé con menos de un mes en el aire, afirma la discusión sobre la producción audiovisual de ficción en Argentina.
Por Andrea Mallimaci (*)
El 29 de junio de 2017 Telefé lanzaba una de las apuestas más fuertes de año. Una ficción producida por una de las empresas estrellas del canal, Underground, traía una propuesta que, se suponía, no podía defraudar: un elenco plagado de estrellas vernáculas, una trama que mezclaba diversión y emoción y el horario central del canal de televisión abierta con mayor encendido de la televisión nacional.
El desembarco de “Fanny, la fan” tenía el objetivo de pelear la audiencia con la gran propuesta de ficción del canal vecino e histórico competidor: “Las Estrellas”, una novela llena de chicos y chicas lindas, que con humor propone rastrear los vínculos amorosos y familiares de cinco hermosas muchachas. La competencia nunca fue reñida: desde su primera emisión, la producción de Telefé perdió rotundamente en los números con canal 13. Esto derivó en que, tras un breve cambio de horario para eludir la competencia, a menos de un mes de ser estrenada, la gran apuesta de Telefé fuera levantada del aire de un momento para el otro. La novedad de este caso: ni siquiera hubo esfuerzos en cerrar la historia en tiempo récord, directamente se anunció un viernes que desde el lunes los episodios podrían seguir viéndose por la plataforma online del canal.
En esta corta historia se borró de la emisión por televisión el 50% de la producción de ficción nacional, lo que generó reacciones desde todos los sectores. Los actores criticaron duramente la decisión del canal, las autoridades se defendieron acudiendo a las necesidades de la industria privada y los productores elaboraron tibias explicaciones para una decisión que tomó por sorpresa a todos. Las organizaciones gremiales fueron tal vez el sector más duro, alertando sobre una tendencia que pone en jaque a la industria audiovisual por completo.
ARGENTORES difundió un duro comunicado1 en en el alerta sobre la ausencia de ficción nacional y el avance de los productos enlatados que se alejan del ejercicio vital de contar historias “Queremos ser testigos y a la vez espectadores de nuestra realidad sin tener que asistir pasivamente a la promoción de otros mundos alejados de nosotros hasta el ridículo”. En el mismo comunicado hace un pedido explícito “ARGENTORES reafirma una vez más que los autores y toda la comunidad audiovisual argentina necesita con urgencia, como cualquier otra industria en peligro que requiere de la ayuda del Estado para no hundirse, una ley que regule la actividad del sector audiovisual, específicamente en televisión, y ponga reglas de juego claras y contundentes que nos permitan sobrevivir con dignidad.
Al mismo tiempo, la Asociación Argentina de Actores2 alertó sobre “una crisis sin precedentes” en el campo audiovisual. Al igual que Argentores, recae sobre la necesidad de regular el campo audiovisual “Estas políticas empresariales afectan las fuentes laborales de todos los trabajadores del sector, debidas a la falta de regulación y fomento en nuestras pantallas, que eximen absolutamente de gravámenes a las producciones extranjeras (latas), sin exigir la obligación de una cuota pantalla para las tiras y unitarios nacionales, conspirando contra el desarrollo de nuestra industria audiovisual y reduciendo, como nunca antes, las posibilidades de trabajo, no sólo de los actores, sino de los guionistas, directores y técnicos.
En este punto, es importante hacer una aclaración. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aún con sus decretos modificatorios, mantiene su vigencia como reglamentación de los servicios audiovisuales. En la misma, en el artículo 65, se plantean restricciones al contenido extranjero, determinando un máximo de 40% de producción extranjera. Sin embargo, sobre la obligatoriedad del 60% de producción local no se hacen aclaraciones de formatos, ni de temporalidad de esas producciones.
Las organizaciones gremiales, los trabajadores del campo audiovisual y la comunidad en general alertan sobre un hecho que es notorio: en Argentina la producción audiovisual está atravesando una crisis histórica. ¿Por qué un país que llegó a producir miles de horas por año de ficción de golpe deja de hacerlo? ¿Cuál es la razón por la que el campo audiovisual en pleno se declara alerta permanente?
La respuesta, como casi todas, es multicausal
La preferida del sector y del mercado es la de la explotación del consumo audiovisual multiplataforma y el acceso a miles de historias online a solo un click, tanto en sitios gratuitos como pagos. Hoy en día la competencia por el número de rating no se puede plantear en términos competitivos con el canal de al lado, sino que se debe contrastar con una serie de consumos que se multiplican a cada segundo y que se nos ofrecen desde la comodidad de nuestros dispositivos cotidianos, rompiendo además la linealidad que implica el consumo de una ficción por TV. Hoy vemos las historias que queremos, cuando queremos y elegimos cuánto queremos consumir de ellas. Si bien la curva es mucho más lenta que la que se señala en general, es constante y contundente: el consumo audiovisual está siendo diversificado entre la televisión tradicional y las nuevas tecnologías.
Esta razón está íntimamente ligada con la segunda: los costos. Si cada vez es más difícil encontrar al televidente y, sobre todo, retenerlo una vez que está frente al televisor, eso se redunda en una baja general de la audiencia televisiva y por lo tanto de los horizontes aspiracionales de los niveles de rating y, así, del costo del segundo de pauta. Entonces, con los ingresos en baja; la decisión de los programadores de medios privados suele ser unívoca: bajar los costos. Y cómo la ficción es el producto más caro de realizar en el audiovisual, multiplicando por tres o por cuatro los costos por capítulo de, por ejemplo, un programa de piso en vivo; es la primera víctima del recorte con la calculadora en la mano.
Sin embargo, caeríamos en un reduccionismo si pensáramos este fenómeno como una derivación natural del advenimiento tecnológico y de la diversidad de soportes y el accesos a nuevas propuestas. Esta crisis no es una novedad para el campo audiovisual. Solo mirando un poco para atrás en las problemáticas televisivas, algunos recordarán a Mariquita Valenzuela gritando “aguante la ficción, carajo” en la entrega de Martín Fierro de 2002 o la famosa carta de Arturo Puig en la que nacía la famosa frase “somos actores, queremos actuar” en 1999. En ambos casos había un reclamo contundente en épocas de hegemonía absoluta del consumo televisivo: los cálculos económicos están matando a la ficción.
Entonces, tal vez haya más razones para explicar la crisis del campo audiovisual. En los 90 donde todo era televisión y en estas épocas de pura diversidad, en Argentina se repetía un gesto: la retirada de Estado en el fomento a la producción audiovisual de ficción. En este caso, la retirada deja a una industria que mueve más de 100 mil puestos de trabajo en una situación de rotunda vulnerabilidad. Por un lado, a la problemática del INCAA que excede este análisis3 se le suma la retirada del Estado en el fomento a la producción audiovisual televisiva que generó miles de horas de desde 2009 y hasta 2015. Este plan, hiper demonizado en los medios hegemónicos y seguramente cargado de errores en cuanto a la implementación, fue la clave para la época de oro de la producción audiovisual en Argentina. La decisión de frenar esta política, o de reducirla a la mínima expresión en convocatorias a programas de piso o realitys, afecta doblemente en el corazón de la problemática. Por un lado, a una industria pujante que pone en movimiento grandes volúmenes de dinero y, por el otro, a un circuito de relatos que construyen los cimientos simbólicos sobre se asientan mucho de los deseos, aspiraciones y planteos de los habitantes de un país.
La problemática no se agota en estas líneas. Respecto al caso particular, quedará por pensar el relato, la interpelación, los modos y el momento para comprender el comportamiento de la audiencia frente a una propuesta. En cuanto a la pregunta general, quedará por delante repensar avances tecnológicos, hegemonías en crisis y sistemas de representación obsoletos evitando los reduccionismos y dando la discusión fundamental por el rol de Estado en la protección de las Industrias Culturales. Que es lo mismo que pensar en cuánto nos importa ser los dueños de nuestras propias historias.
(*) Lic. en Comunicación UBA. Maestranda en Servicios de Comunicación Audiovisual, UBA. Docente en UCES, UBA y UNPAZ. En Twitter es @anmallimaci