Contenidos S.A.

La clausura de la política de contenidos de la TDA cierra una era de desarrollo y producción fomentada

La clausura de la política de contenidos de la TDA cierra una era de desarrollo y producción fomentada por el Estado para dejar gran parte del audiovisual en manos del mercado.

 

POR ANDREA MALLIMACI (*)
@anmallimaci

 

Como una coreografía de fin de año que comienza a ser clásica, en los últimos días de 2017 las noticias de despidos empezaron a circular y las historias, aunque diversas, comenzaron a parecerse. En el universo de medios, este panorama global tuvo un claro destinatario: los medios y contenidos públicos. Al mismo tiempo que se recrudeció una fuerte campaña de desprestigio, encabezada por el propio Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, de la principal emisora pública; se sumaron despidos en Radio Nacional y el vaciamiento de la política de contenidos de la Televisión Digital Abierta (TDA).

Esta avanzada, que puede verse en forma de escalera de menor a mayor, se comprende mejor evaluando los niveles de precarización de trabajadores y políticas: el recorte encontró las resistencias más potentes en los espacios con condiciones menos precarias. Esta escala esquemática nos sirve para comprender cómo y por qué se pudo volar de un plumazo toda una política de fomento a la producción de contenido.

“Cerraron la TDA”. La noticia que empezó a circular con la fuerza de una alarma, sobre todo por redes sociales, fue que el gobierno había “cerrado la TDA”. Esta frase no sólo es interesante para desmembrar los componentes de la TDA, sino para comprender el enorme desconocimiento general que hay sobre la televisión digital en Argentina. Sin dudas este es uno de los componentes, junto con la precariedad laboral y la falta de estructura institucional, que hizo tan fácil la caída de toda la política. Componentes que sería justo atribuir a la administración anterior de los medios y contenidos públicos.

La Televisión Digital Abierta se puede analizar en dos niveles: aquel que atiende a su transmisión y aquel que atiende a su contenido. Si bien en la administración anterior mantenía la gestión diferenciada pero en el mismo Ministerio, con la extinción del Ministerio de Planificación, el gobierno de Cambiemos separó definitivamente estas dos aristas. De esta manera, la transmisión quedó en manos de ARSAT y los contenidos en manos del flamante Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos (SFMCP) bajo el mando de Hernán Lombardi. Este segundo grupo fue el que fue desmantelado el último diciembre.

La parte de contenidos de la TDA funcionaba en Cabildo 65, en dos pisos prestados por el Ministerio de Defensa primero al Ministerio de Planificación de Julio De Vido y luego al SFMCP de Hernán Lombardi. Allí funcionaron, desde 2011, diferentes planes de fomento a la producción nacional: el programa Polos Audiovisuales, el BACUA (Banco de Contenidos Universales Argentino), el noticiero Panorama Federal, las señales Acua Federal y Acua Mayor, entre otras. También, un equipo de producción que se encargaba de seguir y retratar a los pasados y actuales ministros y al actual presidente, con vínculo cuasi independiente con la Jefatura de Gabinetes de Ministros. Al mismo tiempo era el centro neurálgico de la administración de lo que fue el consejo asesor de la TDA, órgano creado en 2009 para fomentar la implementación de la TDA al mismo tiempo que garantizar la inclusión social, la diversidad cultural y la democratización de la información a través del acceso a la tecnología digital. Como si fuera una premonición, o un real indicador de que no se sabía qué hacer con todo ese paquete, este Consejo Asesor tuvo un destino turbulento: primero abandonó el Ministerio de Planificación para pasar al Ministerio de comunicaciones (resolución 370/16) y al poco tiempo al SFMCP (decreto 257/2017).1

Para sostener todos estos planes y programas, en este espacio había, evidentemente, un enorme equipamiento para llevar adelante las tareas: un pañol lleno de herramientas para el registro audiovisual, cámaras, micrófonos, cables y demás elementos técnicos de última generación; una decena de islas de edición de video equipadas, dos islas de edición de sonido, espacios de almacenamiento y visualización de más de mil horas de producción audiovisual y una cabina de transmisión de aire, con sus correspondientes tendidos físicos que dependen de la ubicación geográfica. Sin dudas, a las preguntas por los trabajadores y su continuidad laboral, es menester acompañar la consulta por este verdadero arsenal técnico, del que el SFMP no dio detalles de su destino, ni públicamente ni frente a la consulta para la redacción de este artículo.

Entonces, ¿Qué es lo que efectivamente cerró cuando muchos decían “cerró la TDA”? Se clausuró este espacio físico, se decidió echar a todas las personas que lo llevaban adelante y, por lo tanto, dar por terminadas las políticas que ellas contenían.

Nos encontramos aquí frente a dos problemáticas, íntimamente relacionadas pero que merecen un tratamiento levemente diferenciado. Por un lado los despidos, por el otro las políticas.

Los despidos fueron posibles (o podríamos decir, más fáciles) porque todo el colectivo de trabajadores y trabajadoras del sector de contenidos de la TDA estaba contratado de manera precaria e informal. Desde el inicio de sus tiempos, los trabajadores de contenidos TDA facturaron mes a mes a diferentes universidades que tendían acuerdos con, primero, el Ministerio de Planificación y, luego, el SFMCP. Durante más de seis años, el colectivo de trabajadores no logró ser reconocido como tal y sufrió un sinfín de promesas incumplidas. El máximo nivel de institucionalidad fue logrado en un expediente firmado por las autoridades del Ministerio de Planificación y el Ministerio de Trabajo, en el que los primeros se hacen cargo de la relación laboral encubierta y listan una nómina de empleados. Aquella fue anunciada como una señal para un blanqueo inminente, blanqueo prometido luego por las nuevas autoridades y fogoneado por la salida del decreto 1222/16 que crea Contenidos Públicos Sociedad del Estado y menciona a una planta de trabajadores casi por primera vez desde la voz del Estado. En todos estos años, ninguna de estas promesas fueron cumplidas y el panorama de un colectivo de trabajo invisibilizado, precarizado y lleno de temores resultó ser demasiado tentador para un ministro al que se le venía exigiendo la toma de acciones concretas.

En cuanto a las políticas, lo que se cierra con el vaciamiento de Contenidos TDA es la política de fomento a la producción audiovisual impulsada por el Estado. La TDA, además de un modo de trasmisión y un cambio de lógica técnica a nivel mundial, fue la voluntad, no necesariamente lograda, de abrir la voz a nuevos actores. A partir de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la apertura de canales en todo el país que nunca sucedió, se diagramó desde el Estado una serie de políticas que promovían que todas las provincias puedan producir su propio contenido audiovisual a partir de concursos públicos con cuota de territorialidad que garantizaba producción local en cada una de ellas. Producciones que eran rodadas, actuadas, dirigidas, iluminadas, guionadas y post producidas por profesionales locales. De esta manera, las políticas de fomento a la producción audiovisual construyeron una industria local incipiente, que requiere el impulso del Estado para fortalecerse y revertir decenas de años de asimetrías.

Las características particulares de la penetración de la televisión de pago en nuestro país hacen que hayamos naturalizado que Buenos Aires se vea en vivo y en directo en todo el país. Las historias, los tonos, las formas, los colores, los paisajes que vio todo el país en su televisor hasta 2011 fueron de la ciudad de Buenos Aires. Sería ingenuo e incorrecto decir que esto dejó de pasar en los últimos años, pero lo que si es certero es que hubo una industria que comenzó a ponerse en funcionamiento, que implicaba trabajadores locales pero también una construcción de sentido que reforzaba las identidades locales y las hacía dialogar, desde cada especificidad, desde la voluntad del Estado. Voluntad expresada en las políticas de financiación, en los canales de televisión creados al calor de este proceso (Acua Federal y Acua Mayor) y en los contenidos cedidos gratuitamente a todo el sistema de medios públicos y también a los privados (un ejemplo mínimo es la misionera Fronteras en el prime time de Telefe).

Todo esto también desapareció con la clausura de Cabildo 65. Y una conclusión es inevitable: desde el 1 de enero de 2018 la producción audiovisual está en manos del sector privado. Las producciones que veremos en pantallas y plataformas serán regidas sólo por el criterio de rentabilidad, con la lógica del mercado y el pulso de las ventas en un sistema que no funciona sin exclusión. Las historias, las texturas, los cuerpos por fuera del mercado se quedan sin voz, sin representación, probablemente lamentando algo que pudo haber sido mejor, más profundo, más real, más transformador, más contundente… pero que ya no es.

1 Se puede leer más sobre el sinuoso camino institucional aquí: http://papel.revistafibra.info/una-foto-borrosa-la-tda/

(*) Lic. en Comunicación UBA. Maestranda en Servicios de Comunicación Audiovisual, UBA. Docente en UCES, UBA y UNPAZ.

Pin It