La soberanía en tiempos de Netflix

La situación de los Estados nacionales frente al avance de las empresas globales. Por Andrea Mallimaci. Empresas cada

La situación de los Estados nacionales frente al avance de las empresas globales.

Por Andrea Mallimaci.

Empresas cada vez más poderosas intentan borrar las fronteras a través de internet. Gobiernos que administran territorios buscan alternativas para sostener el manejo de sus Estados. Opciones, posturas y posibilidades sobre la discusión soberana de la época.

 

La problemática de las empresas transnacionales que brindan servicio en diferentes países del mundo a través de internet ya fue abordada en numerosas instancias. La revisión y las críticas surgen desde diversas posiciones y miradas: la mayoría de estas grandes empresas no tributan en el país en el que dan el servicio, no suelen generar puestos de trabajo, no contribuyen a la construcción de una semántica nacional, no pagan cargas sociales e impositivas, etc. Al mismo tiempo, la mayoría de ellas representan ventajas diferenciales para el usuario final, fundamentalmente en términos económicos pero también en experiencia de usuario relacionada con el entretenimiento, la comodidad y la efectividad. Argumentos de un lado y del otro hacen a esta discusión que, por el momento, tienen una sola sentencia: representan un consumo que, al parecer, no se puede detener.

La pregunta, entonces, se impone en cada esfera de la cadena: ¿Qué hacer con este fenómeno? ¿Cómo se salda esta tensión entre empresas transnacionales y Estados nacionales? ¿Qué herramientas tienen los últimos para enfrentar, o al menos dialogar, con los primeros? ¿Cómo es el contacto entre Estados y empresas cuando las segundas tienen, en muchos casos, más dinero, más poder y más datos que los primeros? Pareciera que estamos habitando un momento de tensiones o discusiones entre el poder económico y el poder político. Entre empresas que reinan en el mundo de los negocios, pero que todavía les queda una molestia, una piedra en el zapato: el hecho de que, por el momento, los Estados tienen potestad sobre los territorios que gobiernan.

En un mundo cada vez más concentrado en los consumos a través de internet, las líneas divisorias de los mapas deben ser defendidas más que con fuerza, con políticas si se quieren hacer valer. Para abordar esta problemática de nuestra era, recorreremos algunas alternativas alrededor del mundo para continuar pensando la relación entre empresas transnacionales que se hacen omnipresentes a través de internet y Estados nacionales.

Si quisiéramos hacer un decálogo de “las medidas posibles y probables de los Estados ante el avance de las empresas transnacionales por medio del consumo cultural de sus productos”, se nos podría ocurrir ir de mayor a menor. Al inicio, en el extremo de las posturas, se encuentra la más radical, la de no dejarlos entrar.

Supongamos que un país decide proteger la industria nacional, los actores nacionales y los propios circuitos al interior del país cerrando las fronteras a nuevos ingresos. Intentemos pensar por un momento que eso es posible, aunque sea a los fines de este artículo. Un Estado que decide que no va a permitir la penetración de las empresas a través de internet, sea por motivos políticos, económicos o sociales. El caso paradigmático es, obviamente, China.

En China, gigantes como Apple o Disney pudieron entrar luego de inversiones millonarias, pero a nivel del software la entrada está prohibida. Hay un gran dispositivo gubernamental planteado para que ningún ciudadano pueda acceder a los servicios online de las empresas transnacionales dentro del territorio chino. En el último anuncio que hizo Netflix de la llegada de su servicio a nuevos países en enero pasado, a pesar de que la empresa aseguró que comenzaría a operar en grandes centros de resistencia como Rusia e India, la noticia fue la ausencia de China. Los propios voceros de la empresa mencionaron que es el gran desafío por delante y que están trabajando arduamente en lograr el ingreso. Mencionaron, también, la paradoja de que el idioma chino es uno de los más consumidos en el servicio a nivel mundial. Sin embargo, a pesar de estas características y de los esfuerzos, la entrada sigue prohibida.

Esta posición tiene dos grandes cuestiones a atender, además de la obvia que es lo extremo de la postura. La primera responde a la necesidad de ser uno de los gigantes del mundo y tener para negociar a miles de millones de habitantes que podrían ser potenciales consumidores. Esto no sólo permite una posición de poder ante las empresas, sino la posibilidad de crear un mercado propio sustentable y poderoso que no necesite a ninguna empresa por fuera de las propias. Lujos que, tal vez, sólo China pueda darse. La segunda es que, cada vez más, estas barreras empiezan a dejar de ser impenetrables. Sortear el bloqueo comienza a ser una posibilidad a partir de la especialización y la utilización de herramientas que no requieren extrema complejidad.

De nuevo en el mundo ordinario, quedan dos opciones, que a su vez se subdividen. La herramienta del Estado no es ya la barrera de ingreso, sino la presión tributaria. Esta política se propone como igualadora de condiciones de competencia, por un lado, y como una posibilidad de re-ingreso de fondos al territorio para fomentar la propia industria.

En esta posición se abren varias líneas que podríamos agrupar en tres grandes grupos: aquellos que pagan los impuestos estipulados, en tiempo y territorio; aquellos que pagan pero en otro territorio más afín; y, finalmente, los que no pagan nada por un servicio que prestan en un territorio determinado. Al mismo tiempo, aparece la subdiscusión de si la recaudación de esos impuestos sirve al país para dar la vuelta de la rueda económica tradicional, o para fomentar aquellas industrias con las que compiten, algunos dirán, en desigualdad de condiciones.

En Europa se encuentran los dos primeros casos. La mayoría de las empresas transnacionales se radicaron en suelo europeo, pero eligen fijar su sede central de Europa en países que dan ventajas comparativas en términos tributarios. El caso paradigmático es el de Irlanda, que exige un 12,5% de impuesto a las sociedades mientras que países como España exigen el 25%. Incluso, algunas empresas muy grandes logran pagar porcentajes de un dígito en ese país a partir de acuerdos específicos ofrecidos por el gobierno. Si bien Irlanda es el país más elegido por empresas transnacionales como Yahoo, Microsoft, Airbnb, entre otras, también hay otras sedes beneficiosas como Luxemburgo, donde se instaló Amazon. Esta decisión, en principio completamente legal, comenzó a ser blanco de críticas en muchos países que comenzaron a señalar la desigualdad.

En Francia, desde 2015 toda empresa transnacional debe pagar el IVA sobre sus ventas al Estado en el que reside el consumidor. Esta fue una manera de sortear la maniobra que se describió arriba: no importa dónde pague sus impuestos, sino el país de residencia del usuario. Al mismo tiempo, en 2015 también existió una iniciativa para gravar a empresas según su uso de ancho de banda, aportando respuestas a dos actores que las venían solicitando: a los proveedores de servicio que ven sus rutas atoradas por los flujos de las over-the-top (OTT) y a los operadores de TV que alertaban sobre la competencia desleal, proponiendo que esta recaudación vaya a fomentar aquella industria. A pesar de todo esto, la medida no prosperó.

Netflix-Family

Donde sí prosperó es en Barcelona, donde el parlamento de Cataluña aprobó un impuesto del 25% a las compañías que comercialicen internet en el territorio. Este impuesto tiene, además, la particularidad de que la ley que lo crea determina específicamente que lo recaudado tiene una dirección concreta: el mercado audiovisual local.

La alternativa de Europa es, a todas luces, regionalizar las demandas y lograr, de esta manera, acuerdos más equitativos con mayor posibilidad de negociación. En esta línea, el último 25 de mayo, la Unión Europea presentó un paquete de medidas sobre el comercio electrónico “para ayudar a los consumidores y a las empresas a aprovechar plenamente el mercado único”.

El paquete se compone de una propuesta legislativa para abordar el bloqueo geográfico injustificado y otras formas de discriminación por razón de la nacionalidad o del lugar de residencia o de establecimiento; una propuesta legislativa sobre servicios de paquetería transfronterizos para aumentar la transparencia de los precios y mejorar la supervisión reglamentaria; una propuesta legislativa para reforzar la defensa de los derechos de los consumidores, y orientaciones para aclarar, entre otras cosas, qué debe considerarse una práctica comercial desleal en el mundo digital. En relación con el último punto, la comisión propone una “actualización de la normativa sobre el sector audiovisual de la Unión Europea (UE) con objeto de crear un entorno más equitativo para todos los agentes”¹.

Paralelamente, la Comisión presentó las “normas audiovisuales de la UE actualizadas y su enfoque sobre las plataformas en línea” donde señala: “En la actualidad, los espectadores no sólo miran contenidos de video a través de sus canales de televisión, sino que, cada vez más, también lo hacen a través de servicios de video a la carta (como Netflix y MUBI) y plataformas de intercambio de videos (YouTube y Dailymotion). Por ello la Comisión quiere lograr un mayor equilibrio de las normas que se aplican hoy día a las empresas de radiodifusión tradicionales, a los proveedores de video a la carta y a las plataformas de intercambio de videos”. Una de las conclusiones es que un enfoque de “talla única” no es el adecuado y se propone analizar “cada zona en la que puede actuar, desde las telecomunicaciones a las normas sobre derechos de autor, para resolver problemas específicos mediante soluciones con futuro para todos los agentes del mercado.”² En otro documento adoptado en la misma sesión, alerta sobre la posición dominante de Estados Unidos y Asia en el mercado de las plataformas en línea, remarcando el escaso 4% que representa en este mercado toda la Unión Europea.³ Si bien todos los documentos proponen “revisar” o “analizar” la situación sin mención a la estructura tributaria, es destacable la relevancia regional que comienza a tomar la problemática.

Finalmente, en el último de los eslabones de esta cadena, están aquellos territorios en los que las empresas o plataformas operan y recaudan, y no dejan ningún tipo de devolución. Este es el caso de Argentina, que a pesar de algunas iniciativas gubernamentales en la ciudad de Buenos Aires o en Santa Fe sin resolución firme y algunos proyectos de leyes que proponen debatir el tema, pero aún no son tratados, no hay regulación alguna sobre estos operadores, si no están radicados en el país.

Una vez más, las conclusiones giran alrededor de la discusión de siempre: ¿Cómo regular internet? Tal vez una de las formas de empezar a pensar la respuesta sea determinar si internet es una cuestión de mercado o es una industria cultural. Esta definición nos va a llevar a dos paradigmas enfrentados, que determinan una batería de decisiones y consecuencias al interior de cada región.

Si es una cuestión de mercado, entramos en el paradigma de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que nos enseña que el mercado se regula, en fin, con el propio mercado, dejando circular y actuar libremente, evitando los monopolios y las posiciones dominantes y desiguales. El reino es el de la competencia y allí deben determinarse las reglas.

Si es una industria cultural, nos acercamos a las líneas planteadas por UNESCO. El patrimonio cultural de un territorio es el que lo significa, por eso hay que protegerlo en su especificidad, conservar esos bienes culturales únicos, prestando fuerte atención a la penetración y a la colonización cultural. Los Estados deben proteger el valor excepcional de cada pueblo y llevar adelante un sistema eficaz de protección colectiva del patrimonio cultural.

Nadie sabe aún quién va a ganar estas luchas. Los gigantes tecnológicos transnacionales son enormes, pero todavía necesitan la bendición de los gobiernos nacionales, que parecen encontrar en la regionalización y en la colocación de cargas impositivas sus cartas para jugar. Territorios, fronteras, poder, penetración y riqueza, parecen ser los ejes de una discusión que recién está comenzando.

¹ Comunicado de prensa de la Comisión Europea: “La Comisión propone nuevas normas sobre el comercio electrónico para ayudar a los consumidores y a las empresas a aprovechar plenamente el mercado único”. Publicado el 25 de mayo de 2016 en Bruselas. En: http://bit.ly/28Vfheb (visitado el 25/06/2016).

² Comunicado de prensa de la Comisión Europea: “La Comisión actualiza las normas audiovisuales de la UE y presenta un enfoque selectivo para las plataformas en línea”. Publicado el 25 de mayo de 2016 en Bruselas. En: http://bit.ly/28W4mqu (visitado el 25/06/2016).

³ Noticia publicada por la Comisión Europea: “Communication on Online Platforms and the Digital Single Market Opportunities and Challenges for Europe”. Publicado el 25 de mayo de 2016. En: http://bit.ly/28UrhBe (visitado el 25/06/2016).

Pin It