Los orígenes de la telefonía

Por Gustavo Fontanals* Una historia de intrigas y negocios de largo alcance  Los orígenes de la telefonía conforman una

Por Gustavo Fontanals*

Una historia de intrigas y negocios de largo alcance 

Los orígenes de la telefonía conforman una larga historia de intrigas y negocios, poco difundida y hasta silenciada, pero con un impacto real sobre la evolución del servicio a nivel mundial. Las contribuciones al desarrollo del tele-fono, un medio electrónico para la transmisión de la voz que posibilitara la comunicación del discurso a la distancia, fueron numerosas. Pero sólo una empresa logró hacerse con la patente maestra para la explotación en su país de origen, los Estados Unidos, y a la vez fue capaz de extenderla a muchos otros, tanto en forma directa mediante reinscripciones de la misma, como en forma indirecta mediante el dominio de la producción de equipamiento a escala global.

Este proceso, sin embargo, no dejó de ser disputado en sus comienzos. Pero se impuso pronto una estrategia orientada a la reserva y protección de mercados, que se multiplicó con creces una vez consolidada. Esto convirtió a la patente en la más valiosa que se haya registrado en todos los tiempos. Y remarca la temprana aparición de rasgos siempre presentes en las telecomunicaciones modernas: la centralidad de la producción de equipamiento, las ventajas de los operadores dominantes dadas sus economías de red y de escala, y el peso de las decisiones legales y regulatorias sobre su desarrollo. Este texto se destina a contar esa historia, así como sus impactos de largo alcance.

Los orígenes del teléfono estuvieron signados por la carrera por la patente. En 1854, el inventor francés Charles Bourseul presentó en la prestigiosa revista L´Illustration la idea de utilizar las vibraciones causadas por la voz sobre un disco flexible o diafragma, con el fin de activar y desactivar un circuito eléctrico y generar vibraciones similares en otro diafragma situado en un lugar remoto, que reproduciría los sonidos originales. Es la primera descripción que se conoce del teléfono, pero nunca avanzó con su concreción ni en su registro. Dos años más tarde, el físico alemán Johan Philipp Reis fabricó un telephon, un aparato que permitía transmitir sonidos a distancia utilizando la electricidad. El asunto, varias veces retomado posteriormente, es que permitía efectivamente transmitir notas musicales, pero nunca se estableció fehacientemente que fuera capaz de reproducir la voz.

En 1857, Antonio Meucci, un ingeniero italiano emigrado a los Estados Unidos, construyó un sistema electrónico que denomino teletrófono, que le permitía transportar y reproducir la voz entre dos ambientes de su casa. Lo hizo bajo una motivación práctica: su esposa se encontraba postrada en cama y el artilugio le permitía comunicar el taller en el subsuelo con su habitación en la segunda planta. Meucci realizó un diseño de su invento y construyó un prototipo, con el que en 1860 realizó algunas demostraciones públicas en la ciudad de Nueva York. Pero carecía del dinero suficiente para patentarlo, y finalmente se vio obligado a entregarlo a un prestamista, del cual nunca consiguió recuperarlo. Pasaron los años y en 1871, ante el temor de que el invento fuera patentado por otra persona, Meucci consiguió el respaldo de tres empresarios italo-americanos para realizar una presentación de trámite preliminar ante la Oficina de Patentes (patent caveat, una advertencia hacia otros inventores). A la vez, construyó otro prototipo para mostrar a potenciales inversores. La patente preliminar describía el invento, pero no especificaba los mecanismos por los que el sonido se convertía en corriente eléctrica (Bruce, 1990). Esta debía ser renovada anualmente a un costo de 10 dólares, que Meucci pagó hasta 1873, pero que luego no pudo volver a afrontar. En 1874 ofreció la patente y el prototipo a la American District Telegraph Company, una empresa que no era aún filial de la poderosa Western Union Telegraph Company (como se comenta en varios textos, recién lo sería años más tarde). Esta nunca le dio una respuesta, pero tampoco le devolvió los materiales, alegando que se habían perdido. Se comenta, pero no está probado, que terminaron en manos de Alexander Graham Bell, quien también venía investigando en la construcción de un aparato electrónico que permitiera transportar sonidos, y que realizó experimentos en las instalaciones de la American District (Evenson, 2000).

Bell, un reconocido profesor de fisiología de origen escocés que trabajaba con sordomudos en prácticas de “lenguaje visible” (su padre había inventado el sistema y tanto su madre como su futura esposa eran sordomudas), tenía un profundo conocimiento del habla y de la escucha humana. Desde 1870 venía trabajando en el desarrollo de aparatos electrónicos que reprodujeran el funcionamiento del oído. Y hacia 1872 dio con la idea de fabricar un “telégrafo harmónico”, que al separar sonidos acorde a notas musicales permitiera la transmisión de múltiples mensajes telegráficos a través de un mismo cable. Pronto se hizo con el respaldo de dos inversores, Thomas Sanders y Gardiner Hubbard (padres de dos de sus alumnos sordos), con los que creó la Bell Patent Assotiation. Se destaca en particular Hubbard, quien no sólo se convertiría en su suegro en un par de años, sino que además era un prestigioso abogado especializado en patentes, en particular las del telégrafo. El sistema de patentes, orientado a la protección y garantía del método de invención, estaba en pleno auge en los Estados Unidos, asegurando derechos exclusivos por un plazo de 14 años a quien primero registrara un “invento sustancial, claramente especificado en su funcionamiento y en los modos concretos de ponerlo en práctica”, más allá de que aún no se lo hiciese. A ello se avocó Bell, originalmente con su versión de telégrafo múltiple, y desde 1874 con la idea de un “telégrafo de sonidos” (Bruce, 1990).

Lo propio venía haciendo el empresario e inventor estadounidense Elisha Gray, fundador de la Western Electric Company, la principal fabricante de equipamiento telegráfico del país. A mediados de 1875 Gray realizó una demostración pública exitosa de un sistema electrónico de transmisión de la voz, lo que llegó a los oídos de Bell, que aceleró sus pasos. Finalmente, el 14 de febrero de 1876 Gray presentó un pedido de caveat ante la Oficina de Patentes. Unos días más tarde se le informó que había sido rechazado: tan sólo unas horas antes de su presentación, Bell había ingresado un pedido de patente sobre el mismo invento, que se había validado. Desde entonces, y a lo largo de la siguiente década, la patente estuvo sujeta a más de 600 planteos judiciales cruzados entre los representantes de Bell, Gray y Meucci, así como de diversas compañías que se sostenían en uno u otro (e incluso en los desarrollos originales de Reis) de modo de quedar habilitadas a brindar servicios telefónicos (Brooks, 1976; Coe, 1993).

FIGURA 1. AplicAción originAl de pAtente de Bell. descripción del principio de resistenciA vAriABle incorporAdA Al mArgen. Fuente: Brooks (1976).

FIGURA 1. AplicAción originAl de pAtente de Bell. descripción del principio de resistenciA vAriABle incorporAdA Al mArgen. Fuente: Brooks (1976).

Las disputas legales y el inicio en la prestación de servicios
La coincidencia de fechas en la presentación es alarmante: tras años de trabajo, tanto Bell como Gray decidieron hacerlo el mismo día, con unas pocas horas de diferencia. Pero no es lo único: el pedido original de patente de Bell, que es manuscrito, tiene un agregado de siete líneas al margen, en el que describe un segundo mecanismo para la conversión de la voz en ondas eléctricas, bajo el principio de resistencia variable (ver figura 1). Ese es justamente el mecanismo incluido en la presentación de Gray, con el que Bell no venía trabajando, pero que tomó inmediatamente y que efectivamente se utilizó desde entonces. Incluso el esquema realizado por Bell a los pocos días para graficar la idea es increíblemente similar (ver figura 2). Por otra parte, la patente de Bell lleva por título Mejoras en la telegrafía, no menciona la palabra “teléfono”, y refiere a la transmisión de “sonidos vocales u de otro tipo”, pero no del habla. Más allá de eso, se ha establecido repetidamente en las cortes que sí hace una descripción completa del invento, así como de las formas concretas de ponerlo en práctica.

Fue el mismo Gray quien sostuvo de inmediato que Bell contaba a través de Hubbard con una “vía subterránea de contacto” con la Oficina de Patentes, que no sólo le habría informado de su presentación sino que le habría dado acceso, permitiéndole mejorar la propia, para luego ante fecharla (Brooks, 1976). Algo a lo que se sumó Meucci, que sostenía que Bell también habría tenido acceso a su presentación, que extrañamente desapareció de los archivos (Evenson, 2000). Esos planteos se retomaron en muchos de los recursos judiciales posteriores, pero nunca pudieron ser comprobados.

Las acciones judiciales de Gray y Meucci no impidieron que la Bell Association avanzara de inmediato con el desarrollo comercial del invento, impulsado por una serie de presentaciones públicas que pusieron la atención sobre el mágico invento. Se destacó especialmente la Exposición del Centenario de los Estados Unidos realizada en Philadelphia en marzo de 1876, centro de la atención internacional en la que Bell realizó una presentación por demás exitosa (ver figura 3). La compañía se hizo entonces con nuevos inversores, un grupo de financistas y abogados de Boston de raigambre aristocrática, que tomaron el control de un negocio que ya prometía revolucionar al mundo. Mientras que los fundadores originales hicieron ganancia de la mayor parte de sus acciones, no sin antes tomar dos decisiones centrales: que el negocio sería la provisión integral del servicio telefónico a cambio de una cuota mensual, no la mera venta de los equipos; y que avanzaría con un sistema de franquicias con inversores locales por ciudad o región, sobre la base de una integración accionaria a la compañía madre (Boettinger, 1977). Esto daba lugar a una red descentralizada pero integrada que se extendiera rápidamente sobre todo el territorio, a la vez que retenía el control sobre la fabricación, instalación y propiedad de los equipos y las redes.

Rápidamente, no obstante, empezaron a surgir múltiples competidores de diverso alcance, que se apoyaban en los “derechos” de Gray o Meucci, o simplemente en el que hecho de que la patente de Bell estaba en discusión. Entre estos se destacó la Western Union, que operaba servicios telegráficos a lo largo y ancho del país, con una basta red cableada instalada y miles de oficinas comerciales. Se comenta que Hubbard le habría ofrecido inicialmente una sociedad, que habría sido rechazada por un encono hacia su persona, dados los numerosos litigios que éste le había entablado anteriormente (Brooks, 1976). Para 1877, la Western Union ya había tomado nota de la potencialidad y complementariedad del nuevo negocio, adquirió los derechos de Gray junto al control de la Western Electric, a lo que sumó un notorio adelanto producido por Thomas Edison, el transmisor a carbono. Durante los siguientes dos años la compañía se concentró en la apertura de filiales para el servicio telefónico, con las que pronto superó a la Bell, que no contaba con toda esa estructura de respaldo. Y apareció por primera un aspecto que se repetiría posteriormente en el desarrollo del servicio en todo el mundo: la presencia de redes telefónicas coexistentes, pero no conectadas, con clientes del servicio que no podían comunicarse entre sí.

Los inversores de Bell plantearon pronto un litigio por violación de patente, que se extendió por casi dos años. En 1879, de un modo sorpresivo y asumiendo que la Justicia reconocería la prioridad de Bell, la Western Union optó por un convenio: transfirió a la Bell todas sus operaciones telefónicas, así como sus derechos, a cambio del 20% de los ingresos que generaran durante los siguientes 17 años. Combinando ambas estructuras, la Bell quedó ubicada definitivamente como la gran operadora telefónica del país.

Siguieron igualmente otros planteos, entre los que se destacó uno iniciado por el propio Gobierno contra la Bell en 1885, comandado por el Fiscal General de la Nación. Nuevamente rumores, se ha dicho que tenía contactos con la PanElectric Company, que quería ingresar al negocio y le había ofrecido efectivo y participación accionaria. El asunto escaló a tal punto que llegó hasta audiencias en el Congreso. En una de ellas, Zenas Wilbur, el examinador de patentes que había manejado las presentaciones de Bell y de Gray, admitió haber tenido contacto con un abogado de Hubbard, notificándolo de la presentación de Gray y entregándosela para que la examinara. No ratificó lo mismo posteriormente en la Justicia y, en 1888, la Corte Suprema resolvió, en un fallo dividido, que no había “evidencia suficiente” de conducta fraudulenta. Tras más de diez años de litigios, los derechos de Bell sobre la patente maestra del teléfono quedaron ratificados.

FIGURA 2. esquemAs similAres representAndo lA resistenciA vAriABle de Bell y de grAy. Fuente: Brooks (1976).

FIGURA 2. esquemAs similAres representAndo lA resistenciA vAriABle de Bell y de grAy. Fuente: Brooks (1976).

La expansión del dominio de cara al futuro: un monopolio fuerte e integrado
A esa altura, la Bell ya dominaba completamente el mercado de su país, absorbiendo aquellas compañías desafiantes que quedaban inhabilitadas para seguir operando, dados sus derechos exclusivos. Pero, a la vez, se venía acomodando para prolongar su dominio una vez que venciera la patente maestra, en 1893. Mientras tanto, también fue extendiendo su presencia a nivel internacional.

La compañía se consolidó en muy poco tiempo como un monopolio fuerte e integrado, conocido como Bell System, que mantuvo el dominio sobre el mercado de telecomunicaciones en los Estados Unidos por más de 100 años: la American Telephone & Telegraph Company (AT&T) controlaba la red interurbana nacional y prestaba servicios junto a sus respectivas filiales regionales Bells; los Laboratorios Bell hacían investigación y desarrollo; y la Western Electric concentraba la fabricación de equipamiento (la empresa había sido adquirida a la Western Union en 1880, evidenciando el paso del viejo al nuevo monopolio en telecomunicaciones). Como tratamos en el número 3 de revista Fibra al considerar la evolución de las telecomunicaciones en el mundo, el caso estadounidense se destaca por ser el único con un monopolio privado sobre el servicio: el control sobre la red interurbana de AT&T fue un pesado desaliento para las operadoras locales o regionales que surgieron tras el vencimiento de la patente, que no tenían capacidad para interconectarse con otras redes. Para 1913 el gobierno estadounidense reconoció la situación y aceptó el monopolio de Bell (Compromiso Kingsbury), imponiéndole a cambio una serie de regulaciones públicas (fijación de tarifas, obligación de interconexión a las operadoras que decidieran mantenerse independientes, medidas antitrust para evitar que usufructuase sus beneficios monopólicos en otros mercados).

Recién en 1984, como consecuencia de un prolongado proceso antitrust iniciado por el Gobierno, se obligó a AT&T a desprenderse de sus operadoras locales Bells, así como a desintegrar el complejo Laboratorios Bell – Western Electric. AT&T mantuvo sin embargo la red troncal y, en un proceso paulatino, volvió a establecer control sobre operadoras locales, a lo que sumó una vasta red móvil de cobertura nacional. La empresa es actualmente la principal operadora de telecomunicaciones de los Estados Unidos, aunque en un régimen de competencia. Y ha emprendido un nuevo camino: la convergencia digital con los medios audiovisuales, mediante la adquisición de la multinacional DirecTV.

FIGURA 3. Bell mostrAndo el teléFono A dom pedro ii, emperAdor del BrAsil, en lA exposición del centenArio de 1876 en philAdelphiA. Fuente: Boettinger (1977).

FIGURA 3. Bell mostrAndo el teléFono A dom pedro ii, emperAdor del BrAsil, en lA exposición del centenArio de 1876 en philAdelphiA. Fuente: Boettinger (1977).

La difusión del dominio de Bell en el mundoNi bien presentada la patente en los Estados Unidos, Bell y Hubbard iniciaron el trámite de registro en Gran Bretaña, lo que otorgaba cobertura sobre todo el Commonwealth de Naciones de la Corona Británica. Sin embargo, la patente concedida fue parcial, cubriendo el receptor telefónico pero no el transmisor, sobre el que simultáneamente había presentado un pedido Edison, con su modelo perfeccionado. No obstante, en un par de años los intereses que representaban a Bell y a Edison se pusieron de acuerdo, conformando la United Telephone Company. En esta empresa mantuvieron fuerte presencia los inversores de Boston que ya controlaban la Bell, en asociación con capitales ingleses. La empresa expandió sus servicios en Gran Bretaña por casi dos décadas, aunque luego fue sometida a un proceso gradual de nacionalización, justificado en la protección del viejo monopolio estatal sobre el telégrafo y el correo. Pero también extendió sus servicios a otras naciones del Commonwealth, así como a otros países, incluyendo varios de América Latina. The United Telephone Company of the River Plate, posteriormente la Unión Telefónica, fue la compañía que desarrolló y consolidó los servicios telefónicos en las áreas más rentables de Argentina, llegando a controlar más del 90% de las líneas totales para 1946, cuando fue estatizada.

La Bell estadounidense también estableció inicialmente filiales en varios países (como Bélgica, Suiza, Holanda, Suecia, Noruega y Rusia), aunque pronto tomó nota de las ventajas de mantener asociaciones con las operadoras a través de la provisión de equipamiento. De este modo, fue la Western Electric International el principal bastión de sus intereses mundiales. La compañía no sólo exportaba equipamiento de los Estados Unidos, sino que también montó filiales de fabricación en Europa (Gran Bretaña, Bélgica, Rusia), Asia (se asoció con la Nippon Electric Company – NEC) y América Latina (Argentina, Compañía Standard Electric). Para el 1900, la Western Electric era la mayor fabricante de equipamiento telefónico del mundo, y sólo enfrentaba dos competidores de peso que habían aprovechado las regulaciones locales para sortear la patente y sacar provecho del invento: la alemana Siemens, que obtuvo protección para proveer al monopolio estatal local y paulatinamente extendió su producción a otros países; y la sueca Ericsson, que logró hacerse con el mercado escandinavo y progresivamente se expandió, principalmente en América Latina.

Paradójicamente, el dominio internacional de Bell y sus empresas asociadas encontró un límite surgido en su propio país, cuando a principios de la década de 1920 las regulaciones antitrust comentadas la obligaron a desprenderse de sus filiales extranjeras. En este proceso, la Western Electric International, así como algunas de las operadoras que aún controlaba a nivel mundial, fueron transferidas a la International Telephone & Telegraph Company (ITT). Esta empresa, con sede en Puerto Rico, se estructuraba en forma independiente y tenía otra conducción, pero se ha establecido que mantuvo vinculación societaria con los inversores originales de la Bell. La ITT mantuvo una sólida presencia en operadoras de telecomunicaciones de todo el mundo hasta las nacionalizaciones de la segunda post guerra, mientras que la Western Electric International siguió produciendo equipamiento hasta la década de 1970. Entonces decidió diversificarse hacia compañías en otros negocios (bancos, aseguradoras, cadenas hoteleras) con fuerte presencia en la actualidad.

*Universidad de Buenos Aires. En Twitter es @Phillynewrocker

Referencias:

– Boettinger, H. M. (1977): The Telephone Book, Riverwood Publishers.

– Brooks, J. (1976): Telephone, Harper & Row. – Bruce, R. (1990): Alexander Bell and the Conquest of Solitude, Cornell University Press.

– Coe, L. (1995): The Telephone and Its Several Inventors: A History, McFarland & Co.

– Evenson, E. (2000): The Telephone Patent Conspiracy of 1876: The Elisha Gray – Alexander Bell Controversy, McFarland & Co.

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