Se llevó a cabo la 18º muestra de cortos audiovisuales Jujuy Cortos, el emblema de Wayruro, la organización de comunicación popular argentina que resiste hace 25 años y se convierte en faro de la región.
POR ANDREA MALLIMACI (*)
@anmallimaci
Este año se celebraron los 25 años de Wayruro, una de las organizaciones de comunicación popular de referencia en Argentina. Los festejos fueron en la ya mítica muestra de cortos del corazón del NOA “Jujuy Cortos” que celebra, a su vez, su 18 años de permanencia.
Durante 5 días, del 21 al 24 de octubre, se llevaron adelante muestras, clases, talleres y encuentros que resumen el camino no sólo de Wayruro sino de un colectivo que creció, se formó o se fortaleció a la luz de las políticas públicas destinadas al audiovisual en los años kirchneristas y que ahora atraviesa una crisis que es económica pero que también es de identidad y sentido. La propuesta de repensarse a la luz de esta crisis histórica hizo de esta edición un espacio de profundidad, reflexión, crítica y encuentro del campo audiovisual de todo el país. Si bien los debates sobre las políticas públicas de comunicación fueron protagonistas de muchos trabajos, escritos, discusiones y contrapuntos en campos amplios y diversos; en Wayruro esos debates se sienten en el cuerpo de los que forman una experiencia que hace mucho que trasciende la dimensión de muestra o festival para construirse en una ceremonia anual de renovación de aquella energía incesante con la que sus fundadores dieron luz a un proyecto que ya le pertenece a una generación entera.
Los hermanos Adrián y Ariel Ogando son la piedra fundacional de Wayruro. Por el año 1994, en pleno menemismo, con los canales de televisión abierta recién privatizados y gestando la construcción del discurso en cadena que determinaría la primacía absoluta de las ideas, imágenes, colores y conceptos desde Buenos Aires hacia todo el país, estos hermanos junto a otros estudiantes universitarios empezaron a pensar en la comunicación desde Jujuy. Se les ocurrió registrar las luchas de los trabajadores estatales en pleno proceso de avance neoliberal. “A partir de ahí Wayruro se expandió realizando una multiplicidad de actividades que fundamentalmente están atravesadas por tres ejes: la producción audiovisual, con más de 200 producciones realizadas; un espacio formativo, con un canal escuela que se llama Kallpa Tv; y la muestra internacional de cortos. Fomento, producción y capacitación son los tres eslabones que articulan nuestro trabajo” dice Ariel Ogando sobre el camino recorrido en los últimos 25 años, en los que capacitó a centenares de trabajadores, campesinos, indígenas, desocupados y jóvenes de distintos barrios del noroeste argentino.
Parece que para los Wayruro es verdad aquello de que las crisis devienen en oportunidades, porque fue en 2001 cuando decidieron empezar con la tradición de las muestras audiovisuales, “Jujuy Cortos comenzó a ser soñada en 2001, en medio de una terrible crisis del país y con una economía en llamas. En ese momento nos imaginábamos un lugar que permitiera contar y mostrar trabajos audiovisuales que anteriormente era imposible ver en nuestra provincia, a pensar un espacio para realizadores de la región”. Y desde ese año, en las muestras de octubre de cada año, el sector audiovisual del país se reúne en Jujuy en lo que ya constituye una cita ineludible del campo audiovisual argentino. En efecto, y como ellos mismos sostienen, se trata de mucho más que una muestra: “Jujuy Cortos no es solo una muestra, no es solo un espacio donde se ven valiosos trabajos de lo mejor del cortometraje. Es mucho más que eso. Fue un espacio de resistencia y hoy es una trinchera de ideas, un espacio militante donde año a año se encuentran compañeros realizadores, gestores culturales, directores de festivales de todo el país y discuten, se piensan juntos, elaboran estrategias, y trabajan por un nuevo modelo audiovisual, siempre más democrático, más inclusivo, más federal”.
La edición de este año no pudo escapar a la tremenda crisis del campo audiovisual, que se siente más y peor en las provincias del país: “la coyuntura de los realizadores audiovisuales en las provincias es muy difícil, y son muchos los que no encuentran trabajo ni formas de acceder a financiamiento para poder realizar sus obras. Algunos siguen esperando sumas que se les adeuda de años atrás”, dicen en su manifiesto dando cuenta, fundamentalmente, de la retirada del Estado en el fomento de producción audiovisual a partir de la llegada de la alianza Cambiemos al gobierno.
En cuanto a la parte formativa, esta edición contó con un taller de Stop Motion y Pixelation brindado por Mauricio Vides Almonacid, uno de los mayores exponentes de Stop Motion en Argentina y su padre Bernardo Vides, una verdadera leyenda del cine y la historieta en Tucumán. También con un taller de Narrativa transmedia dado por Diego Sethson. Una de las novedades de este año fue la inclusión de la perspectiva de género tanto en la muestra como en los talleres. La selección de cortos incluyó en su primer día un apartado específico con producciones de Argentina, Egipto y Francia sobre la temática. Entre los talleres también se destacó el de Julia Zárate, del colectivo MUA, Mujeres Audiovisuales, que se llenó de chicas y mujeres de Jujuy dando sentido a una vacancia que ya no se puede eludir. También el miércoles se incluyó, como hace 7 años, una selección especial para niños/as y adolescentes.
Finalmente, dos espacios de reflexión, debate y encuentro reunieron a especialistas, realizadores y gestores de todo el país: Una charla sobre la situación del audiovisual en la Argentina y la región y el lanzamiento del “Observatorio Audiovisual Andino”. De la primera reunión surgió un documento en el que se deja constancia de la preocupación sobre lo que viene sucediendo en los últimos años en materia de políticas públicas hacia el sector. Además, se explicitan los problemas de financiamiento, retrasos en los pagos e irregularidad de los subsidios INCAA y FOMECA, el debilitamiento y cierre de pantallas locales, la falta de regularización y llamado a concurso de las pantallas comunitarias, la ausencia de apoyo para la realización de festivales y muestras en todo el país y el abandono en la degradada Secretaría de Cultura y en el Ministerio de Desarrollo social de programas de fortalecimiento y fomento cultural comunitario para el área de la comunicación y el audiovisual. Además, se indican serias irregularidades en la gestión del INCAA en términos de subejecución de presupuestos, suspensión de créditos, funcionamiento del consejo asesor y falta de nombramientos.
En la presentación del Observatorio Audiovisual Andino se rastreó la génesis del proyecto, surgido de la articulación de espacios académicos, de la producción independiente y de las pantallas vinculadas al sector audiovisual del área andina, con el objetivo de investigar, analizar, debatir y proponer un seguimiento de las políticas públicas en materia audiovisual y de aquello que se produce en la región. De esta presentación también participaron Lucrecia Cardoso, directora de OSAI, Observatorio del Sector Audiovisual e Infocomunicacional y ex presidenta del INCAA; Santiago Álvarez, docente de la Universidad Nacional de Salta y responsable del Laboratorio de producción audiovisual experimental de la universidad; Janet Pellissa de Giramundo Tv Comunitaria de Mendoza, Christian Hendl de Cooperativa Argentina Multicolor y Urbana TeVé; Ana Muller de la Cooperativa Coyuyo; Pablo Salcedo, integrante de la Cámara de la Industria Audiovisual de Tucumán y Mariel Bomzuk de Federal Distribución, entre otros y otras representantes del campo audiovisual argentino. Esta última reunión puso en evidencia algo que Wayruro parece saber muy bien: que nada importante se consigue en soledad. Esta actitud colectiva se pone de manifiesto en las muestras pero también en sus múltiples pertenencias: Wayruro es integrante del Espacio Norte Audiovisual, de la RAD (Red Argentina de Documentalistas), de FAVA (Federación Audiovisual Argentina) de la Red Focos y de RAFMA (Red de festivales y Muestras).
“El balance es positivo por la permanencia”, dice Ariel Ogando una vez finalizada la actividad más importante del año, pero no se olvida del momento crítico que viven las organizaciones de comunicación popular en los últimos años “nos sostuvimos gracias al compromiso y la mística que significa Wayruro, porque prácticamente no tuvimos recursos”. A pesar de esta coyuntura, Wayruro pudo recorrer el mundo, participar en más de 100 festivales y dar talleres en más de 15 provincias, esparciendo la chispa jujeña de aquel mito que comienza a ser el colectivo.
“Creemos que hay una comunicación que parte de las entrañas de los sectores populares, y que nuestra soberanía audiovisual tiene que ver con transitar y mostrar nuestras propias imágenes”, concluye Ogando mientras resalta la importancia de contar a los héroes populares locales, mostrar las actividades de los pueblos, transmitir las músicas, los colores y las texturas de cada identidad cultural. En un mercado híper concentrado, centralizado geográficamente en la capital federal y con empresas cada vez más grande hegemonizando el sentido, Wayruro es faro para toda la Argentina, resistiendo la embestida de los años malos y exigiendo normativas robustas, vigentes y transversales que permitan garantizar a un país entero el derecho a ser parte de sus relatos. De Ushuaia a la Quiaca, solo parece haber un camino para lograrlo: políticas públicas de comunicación federales, inclusivas, contundentes y con la convicción de revertir las asimetrías del mercado.