Cómo tercerizar la tecnopolítica.
Por Natalia Zuazo (*).
Mauricio Macri ama Facebook. Además de ser el presidente con más interacción en la red social en el mundo, a pocos meses de asumir se reunió con la CEO de la empresa y anunció la implementación de dos proyectos de la compañía en Argentina. Críticas y alertas de una relación que también puede ser peligrosa.
David Runciman, profesor de ciencias políticas de Cambridge y periodista de The Guardian, dice que la habilidad clave de la nueva tecnocracia que domina al mundo es hacer contactos. Después de la Gran Depresión, en los años 30 del siglo XX, la anterior elite de ingenieros industriales tenía que darle productos a las masas para incluirse en la economía: ropa, comida, transporte, comunicaciones, vivienda. Los expertos eran los que hacían que las fábricas funcionaran para muchos: el conocimiento era poder. El resto de los políticos les rendían cuentas, bailaban tras sus hilos. Pero eso cambió. Hoy, quien tiene el timón es quien logra conseguir el dinero para que funcionen las empresas: la nueva tecnocracia reina porque consigue inversiones. Para eso, necesita entender el poder del dinero. Pero, sobre todo, precisa la habilidad para hacer contactos en el “alto mundo” de las finanzas.
El gobierno de Mauricio Macri conoce de contactos. Y de finanzas. Su propio gobierno lo demuestra con los CEOs de multinacionales en lugares de decisiones públicas. Y sus actos también: a sólo 45 días de asumir, su primer gran viaje como jefe de Estado fue al Foro Económico de Davos, al centro del mundo financiero. Allí, donde domina el 1% que posee la mitad de la riqueza del mundo, además de reunirse con sus pares de Estados Unidos, Inglaterra e Israel, su agenda fue precisa e incluyó en dos días tres reuniones con los CEOs de las tres empresas tecnológicas más grandes del mundo: Sheryl Sandberg, de Facebook; Eric Schmidt, de Google; y Satya Nadella, de Microsoft. La decisión, según la fe tecno-optimista de Cambiemos, era perfecta: las tres empresas de tecnología, además de manejar los productos más utilizados de nuestras vidas (red social, buscador y sistema operativo) son grandes inversores. Sus negocios, más que en convencernos a nosotros, los usuarios, de utilizar sus productos, están en meterse en el bolsillo a quienes les permitan ingresar a nuevos mercados, o expandirse en los que ya dominan. Es decir, a los políticos.
De regreso en la Argentina, Facebook recibió beneficios rápidamente. Tras la reunión, la Casa Rosada anunció que el ministerio de Modernización lanzaría un plan piloto para implementar Facebook at Work (FAW) en la administración pública y que los líderes habían hablado “sobre la idea de la compañía de implementar servicios gratuitos mediante una aplicación móvil, con la finalidad de aumentar la penetración de internet en países en desarrollo”, es decir, de traer Free Basics a la Argentina. En el primer caso, el proyecto FAW anunció su marcha tres semanas después, el 16 de febrero. El segundo todavía no tiene fecha de inicio, pero las experiencias del mundo ponen en alerta al país. Cada uno con sus características, lo que los uniría es una implementación casi inconsulta por otras opciones y la falta de licitación para la adopción de las soluciones de tecnología en la política.
FAW: la empresa dentro del Estado
Lanzada al mercado en enero de 2015, FAW es una plataforma de gestión para empresas que ayuda a empleados dentro de una compañía o a grupos de trabajo a conectarse y colaborar en sus tareas diarias, tal como lo hacen otros desarrollos similares como Asana, Slack o Yammer. Su objetivo es hacer más eficiente los procesos o, como informa su página oficial, “hacer que las cosas se hagan”. Para utilizarla, no se precisa que los empleados tengan una cuenta previa en Facebook, pero el valor de marketing con el que la compañía de Mark Zuckerberg ofrece su producto es que el entorno de trabajo de FAW es similar a la red social que ya usan 1650 millones de personas en el mundo y, por lo tanto, les resultará intuitiva, más “amigable”, facilitando el proceso de adopción de la herramienta.
En este punto, FAW es otro producto más de la compañía que en Argentina cuenta con 23 millones de usuarios. Sin embargo, la novedad es que nuestro país sería el primero en el planeta en adoptar la herramienta, ideada para el ámbito privado, para la gestión estatal.
Confirmada la implementación del piloto por Daniel Abadie, subsecretario de Gobierno Digital, para el ministerio de Modernización (ver entrevista más abajo), las voces se alzaron con preocupación y advertencia.
La primera fue la decisión de elegir FAW sin licitación púbica. En respuesta, el funcionario señala que se tratará de un piloto, que además será gratuito, y por lo tanto no se precisó una licitación. “No nos casamos con nadie y no compramos marcas. El mejor proveedor va a ser el elegido”, señaló el ministro de Modernización, Andrés Ibarra, reforzando la idea de que FAW se utilizará en complemento con otras soluciones. Sin embargo, no descartó su crecimiento si resulta provechosa: “Queremos aprovechar aquello que está desarrollado”. Si está probado, y puede escalar a Nación, lo utilizaremos”, dijo a la revista InfoTechnology.
La segunda y delicada crítica es cómo se manejarán los datos y la privacidad de la herramienta, al utilizarse la aplicación para datos del ámbito público. Desde el gobierno, señalan que la plataforma sólo servirá para “gestionar proyectos” y “equipos de trabajo”, en los cuales no habrá datos personales de ciudadanos involucrados. Sin embargo, la duda persiste, ya que sería extraño que no haya datos sensibles si FAW gestionará informaciones de oficinas del Estado. Además, al circular y guardarse en infraestructura privada de una empresa cuyos servidores no están en la Argentina, la pregunta sobre el manejo de los datos resulta relevante. También, al ser una compañía extranjera, existe otro problema recurrente referido a la jurisdicción: ¿A quién pedirle información o algún dato sensible en caso de ser necesario? Aunque no haya “secretos de Estado”, la información del Estado es siempre delicada. También, si en la plataforma circulan detalles de ciudadanos, en principio amparados por la Ley de Protección de Datos Personales.
Desde Facebook, y ante reiteradas consultas de Revista Fibra, no se ofreció información al respecto. Lo que sí pudo saber este medio es que la encargada de gestionar el proyecto en conjunto con el ministerio de Modernización es el área de Políticas Públicas de la empresa de Menlo Park en Argentina, desde sus oficinas de la calle Tucumán.
Ante la preocupación por la gestión de los datos, la diputada del Proyecto Sur, Alcira Argumedo, presentó con otros legisladores un proyecto para solicitar información al Poder Ejecutivo sobre la implementación de FAW en la administración pública. Entre otros aspectos, se solicitó informar bajo qué jurisdicción estarán los datos y metadatos, qué variables se utilizarán para determinar si la prueba es exitosa, si la tecnología de encriptación de FAW estará disponible para el Gobierno, entre otros aspectos relevantes.
Free Basics: internet de segunda
Aunque no se lo nombró directamente, el segundo proyecto con intención de llegar a la Argentina se llama Free Basics. Su trasfondo es económico: con apenas un 40% de la población del mundo conectada a internet, hay todavía un 60% para la que internet no es parte de su vida. Para Facebook esto implica que 6 de cada 10 personas del mundo no se sumará a su mercado. Por lo tanto, Mark Zuckergerg, el dueño de Facebook, emprendió una campaña planetaria para llevarle conexión a quienes todavía no la tienen, es decir, a los países “en vías de desarrollo” a través de su proyecto Internet.org, también llamado Free Basics.
Lanzada en 2013, su iniciativa asoció a seis empresas de telefonía móvil (Samsung, Ericsson y Nokia, entre ellas) y a proveedores de internet locales en distintos países. Sin importar si los usuarios tienen teléfonos inteligentes, más o menos avanzados, Free Basics ofrece un acceso gratuito a ciertos servicios de “internet”, que por supuesto incluyen Facebook y WhatsApp (también propiedad de la empresa) y otros que varían en cada país (por ejemplo Wikipedia, algunos servicios de cuidados para mujeres y niños, otros para buscar trabajo, etc.). A través de la aplicación, los usuarios pueden utilizar esos servicios, sin costo ni gasto de datos.
Para la primera gran presentación, Zuckerberg viajó a la India, donde reunió a expertos, funcionarios y colegas de la industria tecnológica. Sin embargo, fue en ese país, en diciembre de 2015, donde su proyecto recibió su rechazo más enfático, de parte del regulador de telecomunicaciones local (TRAI, por sus siglas en inglés). En abril de ese año, un grupo de empresas, liderada por el mayoritario Times Group, había criticado Internet.org por violar la neutralidad de la red. El mismo Zuckerberg que en Estados Unidos se había pronunciado en favor de respetar ese principio de no discriminación de contenidos por parte de los operadores, hacía lo contrario en otro país. Pero la respuesta del dueño de Facebook se basaba en un doble estándar: “Creo que la neutralidad es importante para asegurar que los operadores de red no discriminen o limiten el acceso a servicios que la gente quiere usar, especialmente en los países donde la mayoría de la gente está online”, dijo. Pero luego aclaró: “Para la gente que no está todavía conectada a internet, tener algo de conectividad y alguna habilidad de compartir es siempre mucho mejor que no tener ninguna posibilidad. Por eso los programas como Internet.org son importantes y pueden coexistir con las regulaciones de neutralidad de las redes”.
El argumento de Zuckerberg era claro, y fue el que repitió y repitieron los defensores de su proyecto en el resto del mundo: “Algo es mejor que nada”. O, en otras palabras: “Una internet de segunda, con acceso a algunos pocos servicios, es mejor que ninguna internet”. Para el empresario, dueño de la sexta fortuna más grande del mundo según Forbes, una internet para pobres es mejor que nada. El razonamiento es sencillo, o el mismo que se aplica a servicios como la televisión: algunos pueden acceder a la televisión de aire. Pero si quieren ver contenidos extras deberán pagar el cable. El problema es que hoy internet es más que un servicio premium. Es, en cambio, el sistema nervioso de la humanidad, el cual es necesario para realizar cualquier actividad diaria como trabajar, estudiar, realizar trámites y acceder a la cultura. Generar “castas de acceso” a internet hoy implica producir una nueva desigualdad social, un nuevo tipo de segmentación económica. Si Free Basics se convierte en la forma de acceso por default a la Red para quienes todavía no están conectados, esos nuevos usuarios serán usuarios con menos derechos, porque no podrán acceder a una internet libre donde elegir qué contenidos mirar, o consumir, sino que otros lo elegirán por ellos.
“Como todas las aplicaciones que no cuentan contra las cuotas de datos o son gratis (o llamadas de zero rating), Internet.org privilegia a una empresa y los servicios que ella elige por sobre otros”, dice al respecto Javier Pallero, analista de políticas de Access, una organización internacional que defiende derechos de internet. Por otro lado, al concentrar la conexión a través de una sola “ruta de acceso”, el operador, en este caso Facebook, también cuenta con un acceso a datos y metadatos privilegiados, que son la base de su modelo de negocios: conformar la base de datos más grande del planeta para luego operarla por medio de publicidad online en sus plataformas.
Para Facebook, la ganancia es grande. Sin embargo, ¿por qué un gobierno como el argentino elegiría conectar al 35% de los ciudadanos argentinos que todavía no están online través de Free Basics? Hay dos explicaciones posibles. Una, “tercerizar” la decisión y la inversión en una empresa. Con eso, también, ofrecerle un negocio. Si Facebook conecta, también se lleva los datos. En las estadísticas internacionales, el país aumenta su penetración de internet y sus funcionarios pueden jactarse del progreso. Con el argumento “mejor algo que nada” (mejor acceder poco y limitado que no acceder nunca), se dirá que se reduce la brecha digital del acceso. Claro que a ese argumento hay que agregarle que se reduce una distancia, pero se genera otra: los conectados de primera y los de segunda.
La segunda explicación se acerca más a la magia, que puede explicarse también como el marketing de la bondad que rodea a empresas como Facebook: si las grandes empresas del mundo nos quieren ofrecer sus servicios, nosotros, aquí en el Sur, debemos aceptarlos primero, y luego mejorarlos (tal vez). En el camino, si existían otros caminos más soberanos, como por ejemplo una red de fibra óptica de inversión estatal (aunque también con aportes o cooperación privada), se trataría de nacionalismos, algo que en la modernidad tecnológica ya estaría superado.
Sin embargo, si algo viene asociado a la tecnocracia moderna es una nueva forma de colonialismo que llega hasta a convencer a los ciudadanos de que las decisiones de los grandes del mundo convienen más que los esfuerzos locales. Cuando eso sucede, los tecnócratas, en cooperación con los gobiernos y los CEOs, se vuelven poco transparentes. Entonces sucede un arte de magia que transforma el poder de la sabiduría en un poder de la oscuridad.
(*) Periodista y politóloga. Autora de “Guerras de internet”. En Twitter es @nataliazuazo.
“Vamos a incorporar Facebook at Work como proyecto piloto”
Entrevista a Daniel Abadie, subsecretario de Gobierno Digital de la Nación Argentina.
¿Se va a utilizar Facebook at Work en la administración pública?
Sí, será un piloto. Va a involucrar a no más de cien usuarios en mi área y en otra subsecretaría. El gobierno es muy vertical y queremos ver si a través de FAW podemos estimular una comunicación más horizontal. Pasamos por miles de discusiones sobre qué intranet usar y, por ejemplo, en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (de donde vengo) fracasamos en que los empleados le encuentren un valor. Queremos ver cómo hacemos para generar una intranet corporativa para los empleados. Y al mismo tiempo generar metodologías de trabajo de scrum y reuniones más ágiles en los equipos.
¿Cómo fue la evaluación previa y cómo será la posterior a la adopción de FAW?
La evaluación es de la usabilidad, de la adopción o curva de aprendizaje sobre la plataforma, y la interacción.
¿Por qué no usar otras plataformas similares como Asana, Slack, Yammer?
En la Ciudad de Buenos Aires nunca avanzó Yammer. Slack la usan muchos de los que se sumaron al equipo. Y en la Ciudad también hicimos un piloto de una plataforma basada en Drupal para identificar a los líderes de cada proyecto.
Cuándo elegís FAW en vez de una plataforma que puedas crear o adaptar vos, ¿te preguntás temas de soberanía, por ejemplo, en qué infraestructura van a estar los datos?
Sí. El piloto todavía no está en ejecución, y no estamos poniendo ni datos sensibles ni datos del Estado. El Estado hoy tiene 300 millones de expedientes en papel.
¿Cómo separás el dato sensible del no sensible en la masa de información del Estado?
Es que en FAW (o en Slack) no subimos datos, sino que manejamos gestión.
Pero en el manejo de la gestión hay datos de personas.
Es que hoy todos los archivos del Estado nacional son de papel. En Modernización, el área de Modernización Administrativa tiene como objetivo crear el expediente electrónico.
Y, entonces ¿después no vas a tener que adoptar otra plataforma para el resto de las tareas y multiplicar plataformas?
Sí, es inevitable en una organización gigante como esta. Con diferentes herramientas, tenés que construir una solución para que nuestros empleados trabajen mejor. Hoy no sabemos si FAW será la herramienta. Lo que queremos es descubrir si podemos estimular la participación entre nuestros equipos.
¿Y por qué la eligieron si no sabés? ¿Qué es lo que te tienta?
Nosotros somos el área de innovación de Modernización y Estado. Tenemos la obligación de pensar más allá y de innovar. Yo soy fan del open source y creo que el Estado tiene que poder producir software público. Pero para crear esos productos tenemos que entender lo que hay y no reinventar la rueda.
¿Cuál será el costo de FAW para el Estado?
Estamos haciendo una prueba piloto sin costo. Cómo máximo hasta diciembre.
¿Quién va a liderar el proyecto y cómo es la comunicación con Facebook?
Yo soy el líder del proyecto. Lo manejo con el área de Políticas Públicas de Facebook.