CES 2017

Algo nuevo, algo usado y algo prestado Por Tomás Balmaceda (*) La feria tecnológica más importante del mundo supo

Algo nuevo, algo usado y algo prestado

Por Tomás Balmaceda (*)

La feria tecnológica más importante del mundo supo ser la plataforma de lanzamiento de grandes innovaciones, pero hoy muestra las limitaciones del mercado.

Conocida mundialmente como “CES”, la feria tecnológica más fuerte del mundo, tanto por apoyo de empresas como por presencia de compañías, es la Consumer Electronics Show, que en este 2017 cumplió nada menos que 50 años de vida. Su nacimiento fue tímido y casi accidental, como un desprendimiento del encuentro de instrumentos musicales Chicago Music Show, que en la década del 60 había crecido tanto que había comenzado a incluir productos que no eran estrictamente los que los amantes de la música y los integrantes de la industria buscaban. Sus organizadores, preocupados por el peligro de que se desdibujara el perfil original del encuentro, mudaron en 1967 esos productos tech a Nueva York, en donde comenzó este evento que una década después encontró su hogar definitivo en Las Vegas.

En sus bodas de oro, CES se encuentra en su pico de expansión y popularidad. Está consolidada en la agenda de las grandes empresas y de los pequeños emprendimientos como el sitio en el que la industria y la prensa le dan el puntapié al año y exhiben cuáles serán las tendencias del futuro. No sólo los medios especializados concurren a ella, sino que los principales canales de televisión, portales y diarios argentinos enviaron a un corresponsal, ya sea invitados por una marca o solventados por ellos mismos. Es que, de a poco, la idea de “una ventana al futuro” va seduciendo a la audiencia local, que suma puntos de rating, minutos de lectura y clics a interesados por conocer lo que vendrá.

A diferencia de eventos similares, como el World Mobile Congress de Barcelona o la feria IFA de Berlín, uno de los principales atractivos de CES es el amplio abanico de productos que siempre presenta y sus cinco décadas de historia, donde fue testigo del lanzamiento de muchos de los productos que redefinieron nuestra vida cotidiana, desde las videocaseteras a los reproductores de CD o la primera consola de videojuegos de Microsoft, hoy consolidada, XBox. En su edición 2017, este perfil se profundizó, pero volvió a mostrar, como desde hace un tiempo, cuáles son los límites de la innovación a la hora de presentar dispositivos que aspiran a ser de consumo masivo.

Algo nuevo

El espíritu de CES es adelantar los lanzamientos del año de las compañías más importantes y señalar las tendencias sobre las que trabajará la industria. Hace tres años, por ejemplo, todo estuvo nominado por los “drones”, los pequeños vehículos no tripulados a los que de a poco nos hemos acostumbrado y que ya cumplen tareas de vigilancia, entretenimiento y hasta de transporte de pequeños paquetes. En su edición número 50, la feria mostró que “Internet de las cosas” (IoT, por sus siglas en inglés), la conectividad de aparatos hogareños como heladeras o lavarropas, es una realidad concreta y que el camino ahora es contar con asistentes personales más inteligentes y ágiles, más cerca de la Robotina de la serie de los dibujos animados Los Supersónicos que de la red Skynet de Terminator… al menos por ahora.

Durante años, el prolífico y rendidor campo de los televisores estuvo regido por la pelea planteada en el terreno de la definición y calidad de imagen. Sin embargo, este CES tuvo que sacar otras cartas. Es que ahora que siglas como HD, UHD o 4K se volvieron moneda corriente a la hora de presentar nuevas maneras de mostrar cómo las pantallas se acercan cada vez más a la realidad, la tecnología de consumo masivo se acerca a tener la máxima calidad posible de distinguir para el ojo humano, por lo que debe encontrar otros terrenos en los cuales innovar. En este caso, CES 2017 puso el foco en el grosor de los dispositivos. La empresa LG, por ejemplo, presentó el modelo W7 OLED, un televisor tan delgado —sólo 3,85 mm, como dos monedas— que no se apoya en un soporte, sino que se pega a una pared mediante imanes. Samsung también apostó por el diseño, delgadísimo y con apariencia de un cuadro, pero también sorprendió con la tecnología QLED, que consigue mantener los colores incluso con luz solar directa. Pequeños cambios que no cambian de manera sensible la experiencia de ver TV, pero que muestran a los gigantes avanzando en su terreno.

Algo usado

En otros casos, las novedades llegaron por inspiración, por decirlo de algún modo. El gran anuncio de Sony fue la tardía adopción de la tecnología OLED en su línea Bravia, una de las más prestigiosas y bien consideradas en el mundo de los televisores de consumo masivo. El gigante japonés, que desde hace tiempo decidió abandonar los teléfonos que no sean de altísima gama y que devolvió la marca VAIO a sus dueños originales, se concentra ahora en el mundo del gaming y el audio, en donde pisa fuerte, y en los equipos para creación y reproducción audiovisual.

El anuncio también incluyó una idea muy atractiva: algunos de sus equipos prescinden de los parlantes porque el sonido se emite desde la pantalla. Los nuevos Bravia OLED literalmente vibran y así generan sonido. Es una respuesta ingeniosa a un problema cotidiano: cómo lograr buena calidad de sonido sin sumar centímetros a un televisor.

Cuando algunos periodistas investigaron más sobre esta innovación, descubrieron que la tecnología provenía de LG Display, una empresa diferente de LG Electronics, pero vinculada a la firma coreana. Tal como sucede en varios campos, LG armó distintas divisiones a la hora de los negocios y LG Display ofrece pantallas a terceros, más allá de que compitan con su empresa hermana o no. Así, si bien Sony es rival de LG Electronics, pudo usar antes que nadie una característica innovadora para el segmento.

Algo prestado

El gran ganador de CES fue, irónicamente, una compañía que no estuvo presente entre los cientos de stands que invadieron el Centro de Convenciones de Las Vegas ni sus alrededores. De hecho, ni siquiera tuvo un cartel publicitario o un banner. La edición 2017 del CES tuvo a Amazon como su gran vedette. Muy lejos de sus inicios como una tienda de venta online, hoy la empresa de Jeff Bezos logró meterse en cientos de dispositivos gracias a su servicio de almacenamiento y funcionamiento en la nube. Su asistente por voz Alexa, la “cara humana” del Amazon Web Services (AWS), fue adoptada por distintos fabricantes, que encontraron en su interfaz y ecosistema el complemento ideal para sus dispositivos, ya que puede encargarse de las compras recibiendo órdenes; responder preguntas sencillas; reproducir música; leer notificaciones; o mantenernos informados sobre algún evento en particular. Al día de hoy, son más de 7000 las diferentes funciones que puede cumplir Alexa, un número que va creciendo día a día —hace seis meses, sólo tenía 1000 y mucho más limitados— y que espera pronto sumar nuevos idiomas, tal como sucedió en su momento con Siri de Apple o el reconocimiento de voz de Google.

Desde automóviles hasta teléfonos, muchos de los anuncios de CES giraron alrededor de este asistente, incluso siendo compañías rivales. Desde las heladeras de alta gama de LG hasta las elegantes aspiradoras inteligentes de Samsung, pasando por el asistente hogareño de Lenovo o las alarmas hogareñas de ADT. También fue la vedette de Volkswagen y BMW, que sumaron el servicio a sus nuevos vehículos, tanto para manejar algunos de sus controles, como la música que se reproduce, como para pedir que nos lea en voz alta las noticias del día o nos informe desde cualquier punto si nuestro automóvil tiene suficiente combustible para hacer un determinado recorrido. En el caso de los televisores, la integración con Amazon es aún mayor y también incluye su plataforma Fire TV, con acceso privilegiado al catálogo de producciones audiovisuales que está ganando en prestigio y espera poder hacerle sombra a Netflix, con títulos originales como Transparent o The Man in the High Castle.

Así, CES festejó sus bodas de oro, sin anuncios desorbitantes ni lanzamientos revolucionarios, pero consolidado como el espacio mainstream de la tecnología, en donde la innovación radical o disruptiva tiene un espacio marginal, pero que impone a las grandes marcas el deber de mostrarse en movimiento, cambiando algo para que nada cambie.

(*) Periodista de tecnología y cultura pop, Doctor en Filosofía y docente en universidades. En Twitter es @capitanintriga

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