Mobile World Congress 2017: el carnaval de la era digital

Desde la innovación hasta el debate por los monopolios y la cuestión de género Por Tamar Colodenco (*)

Desde la innovación hasta el debate por los monopolios y la cuestión de género

Por Tamar Colodenco (*)

Desde hace algunos años, cuando se acerca el fin de febrero en Barcelona, la ciudad se transforma en escenario de algunos de los fenómenos culturales más masivos y contradictorios. Las fiestas de carnaval reúnen a miles de turistas con locales que celebran la llegada del Rei Carnestoltes, un personaje popular que representa el desenfreno, la desmesura y el arrebato. Prácticamente en simultáneo, arranca el Mobile World Congress (MWC), la feria más grande de tecnología del mundo. Un evento que convoca a más de 100 000 asistentes —este fue el año récord con 108 000 participantes— que quieren conocer las últimas tendencias y novedades de la industria.

La gente disfrazada tomando en la calle se mezcla con las hordas de elegante sport que vuelven intransitables todos los carriles que van hacia la Fira Gran Vía, el gigantesco predio de exposiciones que aloja al congreso. La ciudad queda hecha un nudo tirante entre la algarabía carnavalesca que se remonta a las festividades medievales y el tecno entusiasmo que celebra los brillos cegadores del futuro.

El MWC nació centrado en el sector de la telefonía móvil pero hoy es un pulpo que reúne a gigantes como Samsung, Sony o Huawei con stands de gobiernos y pequeñas y medianas startups que se dedican a la tecnología en sentido amplio. Lo organiza GSMA, la asociación que representa los intereses de los operadores móviles de todo el mundo. Este año, el evento hizo foco en la tecnología emergente y los pabellones estuvieron repletos de drones, robots, cascos de realidad virtual y simulaciones de hogares inteligentes con dispositivos que se comunican entre sí. Hubo también algunas curiosidades, como un stand donde el visitante podía hacerse un escáner 3D de su cabeza y luego una impresora se la imprimía en chocolate; un prototipo de auto inteligente que venía totalmente desprovisto de ventanas o la foca conectada, un proyecto para seguir la trayectoria y comportamiento de las focas que habitan el norte de Escocia y que anunciaba una nueva ola de disrupción tecnológica con slogan pegajoso: “la Internet de los mares”.

Si el visitante sólo recorre la exhibición, el MWC parece un parque de diversiones para adultos. La oferta de productos y servicios que se exhiben es asombrosa. En una tarde se puede conversar animadamente con un robot coreano, visitar la Gran Muralla China gracias a dispositivos de realidad virtual y gestionar los servicios públicos de Amsterdam desde un tablero de control inteligente. Pero el congreso es más que el trade show. Hay conferencias, talleres, entregas de premios, eventos reservados para funcionarios públicos y muchos pero muchos espacios de networking. Al fin y al cabo, el MWC está pensado como un evento business-to-business. Es un espacio para que las empresas exhiban sus mejores armas, aumenten su cartera de clientes y expandan sus mercados. Esto mismo es lo que convierte al MWC en un evento tan interesante: es un lugar privilegiado para entender las prioridades y las estrategias del sector privado. En esta edición, hubo algunos trending topics omnipresentes en escenarios, stands y charlas de pasillo. Vale la pena comentarlos brevemente aquí:

Winner takes all

En el enorme stand de Ericsson podía verse un poster con las diez tendencias de consumo más importantes de 2017 según la empresa. En uno de los puntos se leía: “los usuarios más avanzados de Internet creen que en cinco años harán todas sus compras a través de las cinco empresas de IT más grandes”. El texto no citaba ninguna fuente pero esa misma profecía de un futuro oligopólico era repetida constantemente por panelistas y expertos. La idea reinante es que el ecosistema digital funciona cada vez más con la lógica del “winner takes all”. Cualquier idea innovadora que surja, rápidamente es imitada por decenas de competidores. El periodo de competencia, que usualmente es el más beneficioso para el usuario final, es muy corto. Solo una o dos compañías logran sobrevivir y “se comen” a las perdedoras, ganando posiciones estratégicas en el mercado y determinando las reglas de juego a partir de ese momento. Reglas que, en general, obturan la posibilidad de futura competencia. Esto que es muy evidente con Google, Amazon o Facebook va a empezar a pasar, según dicen los analistas, en todas las áreas de la economía digital y se va a combinar con una creciente concentración vertical, donde los gigantes de software se meten en el negocio del hardware y viceversa. Esta tendencia no es nueva en el sector, pero se habla de una intensificación del proceso de cara a 2020, cuando empiecen
a funcionar las primeras redes 5g. La justificación desde el sector privado es que cualquier empresa que quiera triunfar en el mundo de las redes hiper veloces va a tener que hacer inversiones tan cuantiosas, que solo van a tener retorno las que puedan capturar porciones del mercado cada vez más grandes.

La regulación como la madre de todas las batallas

El lado B del escenario winner takes all es la batalla por la regulación. En una entrevista reciente de la Revista Fibra, Silvana Giudici, una de las directoras del Ente Nacional de Comunicaciones (ENaCom), afirmaba que en la era de la convergencia, “la discusión de los monopolios es de los años 50”. Lo cierto es que la discusión estuvo muy activa en el MWC 2017. Una de las conferencias con más convocatoria fue la que reunió a Ajit Pai, el polémico funcionario designado por Donald Trump al frente de la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC), con Andrus Ansip, vicepresidente del Mercado Único Digital en la Comisión Europea, y empresarios del sector de telecomunicaciones. La charla, que tuvo algunos momentos tensos, hizo foco en el tamaño que debe tener el mercado convergente para ser competitivo: ¿cuántos operadores debe haber en cada país o región para garantizar que las inversiones tengan rédito pero también que los usuarios se beneficien gracias a la competencia? ¿Cómo se determina ese tamaño crítico? El estonio Ansip dejó claro que Europa quiere estar a la vanguardia de la carrera por el 5g y para eso necesita “visión, velocidad y cooperación” además de reglas claras que fomenten la inversión y parámetros comunes que permitan la interoperabilidad en la región. Pero también hizo hincapié en que nadie puede quedar afuera del Digital Single Market europeo y que la licitación de frecuencias para 5g debe llevarse a cabo con criterios de interés público. Llamó también a los países a cooperar colectivamente y a no ceder a la presión comercial que fuerza a los gobiernos a tomar decisiones apresuradas y de mira corta.

“Para que el sector privado TIC se comprometa con la agenda de inclusión primero tienen que haber políticas públicas claras con enfoque de género y de derechos humanos”

En el marco del Mobile World Congress, Fibra entrevistó a Sonia Jorge, directora ejecutiva de Alliance for Affordable Internet. Sonia fue una de las pocas representantes de la sociedad civil que participó en el programa de conferencias y su charla se centró en el rol fundamental que tienen las empresas del sector TIC para expandir el acceso y lograr que los beneficios de la era digital lleguen a las poblaciones más vulnerables.

¿Cómo se logra que el sector privado TIC adopte enfoques más inclusivos?

Esto empieza a nivel gubernamental. Primero, los países tienen que tener en claro qué tipo de políticas públicas quieren para el sector TIC. Estas políticas tienen que tener al desarrollo como objetivo y como centro. Vemos muchos países con políticas atrasadas, poco claras. Las políticas públicas son las que pueden direccionar al sector privado y orientarlo para que se sensibilice a las necesidades de la sociedad. Allí está el punto principal. Luego podemos hablar de la responsabilidad del sector privado. Es necesario que estas empresas tengan una mentalidad y una cultura de responsabilidad social. Pero lo central es que haya un marco de políticas públicas con enfoque de derechos humanos y con enfoque de género, donde nos aseguremos que todos los ciudadanos tienen sus derechos protegidos. Y hay que recordar que también la sociedad civil tiene un rol fundamental y debe demandar que el Estado y el sector privado se comprometan con esta agenda.

¿Qué balance hacés del compromiso de estas empresas con la agenda del desarrollo?

Vemos muchas empresas comprometidas con los objetivos del desarrollo sostenible que plantea la ONU, pero a la vez hay otras empresas que no tienen ese compromiso. La verdad es que las empresas más exitosas, más establecidas, son las que pueden darse el lujo de incorporar la agenda del desarrollo. Vemos también muchos pequeños emprendedores que ya arrancan sus proyectos con un compromiso más claro hacia temas de desarrollo sostenible, pero también es verdad que esta gente intenta desarrollar un negocio en un ambiente muy competitivo, en el que hay mucha innovación, en el que es muy difícil salir adelante. Entonces hay una diferencia muy grande entre los que ya están establecidos y se dan el lujo de hacerlo, y muchas otras empresas que no tienen esa cultura. Hay que reconocer que GSMA ha hecho mucho en este sentido, al intentar sensibilizar a las compañías y al ofrecer temas de inclusión y de género en el programa. Pero queda todavía mucho por hacer.

En un marcado contraste con su colega europeo, el norteamericano Pai presentó la doctrina de la FCC: la “light-touch regulation”. Esta orientación descansará, según el funcionario, en las leyes antimonopolio. En otras palabras, no habrá regulación ex-ante (reglas que prevengan la formación de monopolios o promuevan activamente la diversidad). Ese tipo de reglas, como las que adoptó su predecesor respecto a la neutralidad de la red, generan, según Pai, “una tremenda incertidumbre en el mercado de la banda ancha y la incertidumbre es la enemiga del crecimiento”. El estadounidense cerró diciendo que su país había cometido “un error” al clasificar a Internet como servicio de interés público (public utility) y que la orientación a partir de ahora iba a ser “práctica y no ideológica” e iba a estar despojada de reglas preventivas para evitar daños imaginados. Si algo quedó claro después de la charla es que el debate sobre monopolios, oligopolios y criterios de regulación es bien actual y es una preocupación creciente entre empresarios, reguladores
y analistas de todo el mundo. Más allá de las diferencias, los cuatro panelistas coincidieron en algo: reglas claras y estables para el sector privado. Algo que en Argentina viene fallando sistemáticamente.

La cuestión de género

La poca presencia femenina en el congreso fue notoria. Incluso entre los periodistas que cubren el evento, las mujeres no eran más del 10 o el 15%. Para tratar de contrarrestar el fenómeno que se repite año tras año, los organizadores incluyeron, para esta edición, el women4tech, un programa específicamente dedicado a discutir cuestiones de género en el ámbito de la tecnología. El evento tuvo lugar en el cuarto día del congreso, que usualmente es el menos popular y ajetreado porque muchos asistentes ya dejan la ciudad después del segundo o tercer día. Las charlas eran, en general, muy interesantes, tenían paneles diversos y de gran calidad que lograban aportar ideas concretas al dilema eterno del mundo tecnológico: la falta de diversidad. Lamentablemente, la audiencia estaba compuesta solo por mujeres. Se predicaba al coro. Todas aplaudimos y asentimos con la cabeza ante cada frase inspirada o cada historia que sentíamos demasiado cercana. Pero los que más tenían que escuchar estas cosas, los hombres de la industria, no estaban. Afuera, en el trade show, se podían ver mujeres de pantalones ajustados o trajes típicos de sus culturas actuando como promotoras, pero en los paneles de las conferencias principales, donde hablan los altos cargos ejecutivos o entre las delegaciones de gobiernos, la representación femenina era escasa. Hay que reconocer que los organizadores hicieron este año un esfuerzo encomiable por poner el tema en la agenda. Pero no alcanzó. En el cierre del programa sobre género, el CEO de GSMA, John Hofmman, admitió que queda mucho por hacer y prometió que, el año que viene, la cuestión de género “se moverá a los escenarios principales”.

La presencia argentina en el congreso

Por último, vale la pena hacer una breve mención a la presencia argentina en el congreso. A través de la Agencia de Promoción e Inversión, el país armó un stand en el pabellón 6 que reunió a unas 30 empresas del sector. El acento estuvo puesto en los servicios de marketing digital, publicidad y aplicaciones para redes sociales. Además, un un evento de pitching de startups argentinas en la feria paralela 4y4n (For Years From Now) permitió a cinco empresas jóvenes presentar sus proyectos ante potenciales inversores. La estrategia de tener más presencia argentina en ferias internacionales es innegablemente positiva para el sector. Nadie duda de la visibilidad y las potenciales oportunidades comerciales que se generan en estos ámbitos. Sin embargo, sería bueno discutir ampliamente las condiciones en que se despliega la estrategia. Algunas cuestiones pendientes son la inclusión de más empresas del interior en las delegaciones, la adopción de un enfoque de género (todos los oradores en el pitching eran hombres y tampoco había mucha presencia femenina en el stand) y la articulación de este tipo de políticas de comercio exterior con planes de fomento al ecosistema digital local donde se priorice el valor agregado y la innovación. En este sentido, es impensable un ecosistema sólido y pujante con políticas de ciencia y técnica subfinanciadas y subvaloradas. Un debate pendiente en el actual contexto argentino.

Muchos otros temas reinaron sobre la nutrida agenda del Mobile World Congress. La increíble ubicuidad de la realidad virtual y aumentada que ya se usa en temas de salud, turismo o educación; los problemas de seguridad y privacidad que llegarán con la era de Internet de las cosas o los desafíos éticos y de regulación de los autos conectados estuvieron a la orden del día. No hay espacio aquí para tratar todos los temas con la profundidad que se merecen. El carnaval en Barcelona termina cuando el Rei Carnestoltes es juzgado públicamente y condenado a muerte por su mal comportamiento. Cientos de miles de personas dejan Barcelona con las valijas cargadas de lapiceras de merchandising y folletos que preanuncian un futuro deslumbrante y mágico. Un futuro que aparenta estar despojado de conflictos sociales, de luchas por la distribución de la enorme riqueza que generará la economía digital. Pero el carnaval tecno-utópico que es el MWC también llega a su fin y afuera se revela otra realidad. La de ganadores que cada vez se apropian de más tajadas de la torta y la de perdedores que son históricamente despojados de los beneficios del progreso. Y así, como en el fin del carnaval medieval, todo vuelve a su lugar en la estructura social. Hasta la próxima edición.

 

(*) Lic. en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Magíster en Políticas Públicas (Central EuropeanUniversity). En Twitter es @tamicolodenco

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