Por Diego Rodríguez
La disyuntiva de la TV paga hoy.
Mucho se habla hoy en día del poder que están tomando los servicios por Internet en el consumo general, y más aún cuando de entretenimiento se habla. Es indiscutido que el video por Internet ha pasado a ser parte de nuestro consumo diario, y también hemos pasado a ser mini productores de video para consumo masivo. Y estas características junto a otras variables que hemos discutido en las ediciones anteriores de Revista Fibra transforman al mundo online como un potencial mercado al mundo televisivo general.
Charlas, debates, seminarios, discusiones, foros y otras tantas expresiones privadas y públicas se llevan a cabo hoy en día sobre la posibilidad de que la TV paga quiebre su esquema tradicional de negocio y mute del modelo B2B (negocio a negocio, por sus siglas en inglés) a un B2C (negocio a consumidor, por sus siglas en inglés), en otras palabras, que la industria salte del negocio tradicional lineal compuesto por productoras o dueños de contenidos, programadoras, operadores (de cable, satelital, terrestre, telefónicas) y consumidor (modelo B2B) a un modelo nuevo donde el dueño del contenido, cualquiera sea él, ofrezca directamente el producto al consumidor, sin intermediarios (modelo B2C). Ahí entra el concepto tan hablado y discutido hoy día del futuro de la televisión paga hacia posibles modelos OTT (Over the Top) donde el consumidor sea quien decida su propio consumo y genere su demanda individual sobre la base de la enorme oferta existente en Internet, y utilice cualquier dispositivo terminal para la reproducción del contenido.
Sabemos que los servicios OTT ya existen y están cada vez ganando más y más terreno al tiempo de consumo de video, pero la industria televisiva entera todavía no ha despertado completamente, aún escala las laderas de siempre, ganando metros de altura en el mundo broadcast tradicional, a pasos cada vez más lentos y mirando de reojo la ladera de enfrente, la ladera del mundo de tv unicast, la cual promete incontables mejores condiciones en la escalada. La industria estira sus brazos, analiza cuán peligroso es el salto, calcula distancia y sabe muy bien que para cruzar a la otra ladera es necesario conocer el riesgo y sortear el precipicio, para luego saberla caminar.
Para entender el concepto y saltar el precipicio sin morir en el intento, es necesario conocer muy bien cómo se compone el negocio tradicional televisivo (conocido como mundo broadcast) y cuáles son los principios básicos que aún del otro lado del precipicio, del lado de OTT, deberán continuar prestándose y mejorándose como si nada hubiese pasado.
Modelo Tradicional de Negocio televisivo: Mundo Broadcast
Tal como muestra la figura 1, existen productoras o generadoras de contenidos audiovisuales, programadores que también pueden producir su contenido o parte de él, operadoras de servicio que toman los canales de televisión programados y conforman paquetes de servicios televisivos para ser ofrecidos al consumidor, las redes de transporte alámbricas o inalámbricas que llevan los servicios hasta el hogar, los terminales de reproducción (hoy en día pueden ser los televisores o los set top boxes —cajas decodificadoras de señales digitales—) y por último el consumidor y sus hábitos. Todos estos eslabones confirman una perfecta cadena de distribución y de negocios que ha madurado a lo largo de varias décadas, acomodándose a los distintos escenarios que se le presentaban. Es justamente el último eslabón, el consumidor, quien demanda el tipo de servicio y la prestancia que éste debería tener para ser de su elección y, por ende, es quien ha empujado desde siempre a la cadena completa a que constantemente vaya mejorando y mutando a merced de sus gustos y preferencias.
Este mundo broadcast tradicional ha venido creciendo desde sus inicios por los años 1960 y 1970, ha tenido su explosión en los años 1990 con una masiva penetración de suscriptores y ha mostrado un crecimiento sostenido entrado en el siglo XXI. En todo este recorrido, supo armarse de las herramientas y aptitudes necesarias para que el servicio sea digno y confiable.
Pero hoy todos los eslabones de la cadena encuentran a Internet como un transporte universal, como la autopista adecuada para ser cada jugador su propio dueño del contenido, programador, operador de servicio y llegar al usuario final con su propio producto OTT. Como vimos en el Número 2 de Revista Fibra, para lograr esto es necesaria la consolidación del nuevo producto, compuesta por el mismo producto en sí, la tecnología de despliegue y por último la robustez del servicio. Conceptualmente, el negocio televisivo de la ladera de enfrente se vería como en el Figura 2 con un avasallamiento de ofertas de servicios al consumidor, destinados a las multipantallas que el usuario posee y en una plena competencia por encontrar el camino acertado.
Igualar y mejorar el servicio de TV paga
Sin importar la modalidad o el medio de transporte, el servicio de televisión paga, para subsistir, deberá cumplir siempre con las variables que el consumidor pretenda e ir adaptándolas. Y dentro de estas variables encontramos, por un lado, todas las que caracterizan al servicio en sí y, por otro lado, todo el universo de factores técnicos que debe acompañarlo.
Dentro de las variables de servicio y su característica más importante, encontramos a la confiabilidad, definida como la capacidad de prestar el servicio tal cual como fuera contratado y bajo umbrales de aceptabilidad que el consumidor y el mismo producto determine. Sabemos que la televisión como servicio en sí deberá ser provista en forma continua, sin cortes ni latencias, y para esto las tecnologías y plataformas de Internet deben madurar aun un poco más para igualar la confiabilidad de un servicio broadcast.
Pero ¿cuánta confiabilidad puede asegurarse en un entorno de redes no controladas por el cual se ofrece el servicio? ¿Sólo el dueño de la red podrá garantizarlo? Esto introduce a la gran discusión que ya lleva varios años en boca de todos los jugadores y de la cual cada partícipe tiene su punto de vista de acuerdo a su posición actual. Este punto lo analizaremos más adelante al hablar de transporte.
Volviendo a las variables de servicio, necesitamos mencionar todos aquellos valores que la televisión tiene y que necesitan seguir ofreciéndose:
Calidad de video
Esta variable se refiere a las características visuales del producto televisivo, que corresponde tanto a la resolución de video, a su colorimetría, a la respuesta de los sistemas de compresión y a las tasas de compresión empleadas por ellos. En el mundo de la tradición, la televisión de hoy día presenta al producto de Alta Definición (HD, por sus siglas en inglés) como el exponente de mayor calidad vigente, con una resolución de 1080 líneas por 1920 muestras por línea, en su expresión de mayor calidad, con una relación de aspecto (proporción de imagen) de 16:9, a 25 o 29.97/30 imágenes (frames) por segundo y con escaneo entrelazado. También encontramos la versión de 720 líneas (menor resolución) pero con 59.94 o 60 imágenes por segundo en escaneo progresivo (mejor respuesta a los movimientos). El sistema de compresión empleado actualmente en el mundo broadcast es MPEG-4/H.264 que, a tasas razonables de compresión, llega a valores binarios de entre 8 y 12Mbps con tasas binarias variables (VBR, por sus siglas en inglés) para optimizar el ancho de banda de la red.
En Internet, ¿qué tan posible es suministrar tal servicio de alta definición con semejantes calidades aseguradas? Por supuesto la respuesta tiene dos fuentes, por un lado, la recepción del terminal que deberá asegurar una conexión a Internet elevada y constante y, por otro lado, el proveedor de servicio deberá asegurar la puesta en marcha de herramientas que permitan atacar la inestabilidad de dichas conexiones a Internet en el hogar. Del lado emisor, la misma calidad de señal HD del mundo broadcast podría ser emitida pero, ésta necesitará altas velocidades de Internet por hogar y, además, la compatibilidad absoluta con los reproductores en los terminales, es decir, en las computadoras, tabletas, SmartTVs, etc.
Entonces, hoy en día, debemos pensar en compresiones más agresivas para ofrecer video online que mantengan la calidad de video aceptable, por ejemplo, con tasas binarias de 4 Mbps a 6 Mbps para una señal HD de 720 líneas o de 6 Mbps a 8 Mbps para una señal HD de 1080 líneas, siempre usando el estándar H.264/MPEG-4 y teniendo en cuenta que en el mundo online los escaneos se recomiendan progresivos (en algunos terminales y tecnologías es mandatorio) y las tasas binarias constantes (CBR, por sus siglas en inglés). Es cierto que la calidad se verá desmejorada tanto en colorimetría como en respuesta a movimientos, pero la experiencia muestra calidades muy aceptables. A medida que las conexiones a Internet por hogar mejoren dichas compresiones podrán ir mejorándose y, por consecuencia, la calidad del video. Además, no hay que olvidar la aparición del nuevo sistema de compresión HEVC o H.265 despierta promesas de transporte de señales HD con las mismas bajas tasas binarias (4-6Mbps o menos), pero con la misma o mejor calidad que un H.264 a tasas altas, es decir, igualar la calidad actual del broadcast o, más aún, mejorarla, con tasas binarias a la mitad de su valor actual. Así que bienvenido el oportuno nuevo estándar.
Por ultimo, es importante mencionar que la industria promete nuevo formato de video denominado UltraHD o 4K, el cual demanda tasas binarias por encima de los 20Mbps comprimidas en HEVC/H.265 para obtener un digno video en reproducción, algo que suena todavía muy lejano para un consumo masivo por Internet, y más cercando a un transporte broadcast.
Transporte
Las redes provenientes de los servicios televisivos actuales se mezclan con redes de datos y conforman redes convergentes donde todos los servicios son prestados sobre una misma infraestructura. Así televisión, telefonía e Internet son provistos en una sola red como un servicio Triple Play. Pero si todo se muda a Internet, ¿qué pasará con estas redes existentes, las que actualmente proveen algún servicio de televisión o datos? ¿Habrá arreglos de transporte, cooperación, negocios cruzados, acuerdos de calidad de servicio, negocios compartidos, neutralidad de redes? Gran discusión y tremendo desafío para toda la industria. Y ¿qué pasará con las plataformas satelitales, aquellas que actualmente están dominando la provisión de servicio de tv al hogar (Televisión Satelital o DTH) y que no son bidireccionales?
Las redes bidireccionales actuales por supuesto seguirán siendo el enlace hacia los usuarios, ya sean de cable coaxial, par de cobre, fibra óptica, 3G/4G LTE, WiMax, terrestres, etc., e intentarán cada vez poseer la mayor capacidad de tráfico necesaria para la demanda de usuario, y también debemos suponer que aparecerán nuevos jugadores desplegando las mismas o novedosas redes que acerquen el contenido al consumidor.
En un mundo online, donde los servicios de video son ofrecidos globalmente, para mejorar las experiencias de tráfico del contenido, es imprescindible que esté lo más cercano al usuario, sin tener que depender de interconexiones entre proveedoras de Internet ni tráficos internacionales de datos. Para esto, en los últimos años han crecido a ritmo acelerado los despliegues de las CDN (Redes de Distribución de Contenido, por sus siglas en inglés) que cuentan con una red de servidores distribuidos mundialmente y que almacenan versiones del contenido audiovisual (proceso denominado caching) para ser transportados rápidamente a los usuarios más cercanos. El crecimiento de estas CDN sumado a soluciones de caching propias de las OTT pueden mejorar cada vez más el flujo continuo y de mayor calidad de video. Lo cual lo convierte en una necesidad básica.
Todavía no puede asegurarse qué pasará y cual será el o los escenarios que veremos en un par de años, pero lo cierto es que hoy ya vemos un alto tráfico de contenidos audiovisuales del mundo OTT desfilar por las redes y en pleno crecimiento. Lo seguro es que las redes necesitan al contenido y el contenido a las redes, y la industria se amoldará de acuerdo al servicio que concuerde con la demanda del consumidor.
Relación con los clientes
Otro punto importante es todo lo que demanda la atención al usuario, ya sea comercialización, puesta en marcha del servicio, soporte, seguimiento, facturación, cobranza, etcétera. Puntos que están muy bien definidos y con una vasta experiencia acumulada por los actores actuales en el mundo broadcast, pero que cambia radicalmente cuando hablamos de servicios por Internet y más aún si involucramos a servicios televisivos. No sólo cambia el modelo comercial, sino que cambia todos los detalles de provisión de servicios y soporte. Existirán multiplicidad y combinaciones de servicios a grandes escalas, productos VOD más canales lineales, eventos en vivo, variada información, interactividad como un servicio bien definido, participación, etcétera.
En lo que respecta a soporte, el mundo broadcast tradicional tiene reglas y protocolos de trabajo bien definidos, acompañado gracias a redes controladas y mantenidas por los mismos operadores de servicios televisivos. Así el mantenimiento del suscriptor de TV paga es limitado a tener una red propia bien controlada y mantenida, y terminales de usuario bien identificados (conexiones de cable con servicios analógico o set top boxes de señales digitales) sin multiplicidad de opciones ni variedades.
En el mundo OTT las redes pasan a ser un escenario no dominado por quien provee el contenido, y los caminos y equipos intervinientes son muchas veces inmanejables o difícil es de seguir. Además, las tecnologías, estándares y protocolos son variados y van creciendo día a día, teniendo que seguir a la industria tecnológica muy de cerca para redefinir los procesos de soporte y mantenimiento.
Por otro lado, los usuarios multiplican sus reproductores y aparecen una infinidad de modelos y versiones de reproductores de video, cada uno con sus versiones de sistemas operativos y herramientas variadas y personalizadas. Identificar los errores para poder dar soluciones y asegurar el servicio pasa a ser una materia complicada en el mundo que se avecina. Más complicado aún cuando cada terminal, sea computadora, teléfono móvil o tableta, pasa a ser un recurso propio del usuario con sus variadas instalaciones de sistemas operativos y aplicaciones que lo hacen incontrolable. Por eso es imprescindible transitar el camino de la experiencia e ir aprendiendo de los escenarios y obstáculos encontrados para aprontar las armas del futuro.
Saltar el precipicio y trepar la ladera inexplorable vecina puede ser un tentativo desafío, pero deberá sumarse toda la experiencia posible para que el producto televisivo equipare las bondades actuales y pueda seguir creciendo acompañando las demandas del consumidor, quien a fin del día es quien tira de la soga.