El libro en la era digital. Papel, pantallas y otras derivas

Reseña Françoise Benhamou (traducción: Heber Ostroviesky) Paidos, Buenos Aires, 2015 El libro en la era digital, de Françoise

Reseña

Françoise Benhamou (traducción: Heber Ostroviesky)
Paidos, Buenos Aires, 2015

El libro en la era digital, de Françoise Benhamou, da cuenta de esa profecía que muchos suponían sería autocumplida y sin embargo no termina de ocurrir: la desaparición del libro físico a manos de sus contrapartes digitales. De hecho, se auguraba que los e-books se llevarían puestos a los manuales escolares, pero no sucedió. Donde sí ya dejaron su huella es en las ficciones: esas obras que uno quiere llevar consigo para leer cuando queda un hueco, durante el almuerzo de un día de semana o en los viajes ida y vuelta al trabajo.

Las obras digitales, dice la autora, amenazaron con aporrear a la industria del libro como las descargas y los sistemas p2p a la musical. Sin embargo, al menos por ahora, el libro resiste a los cambios en la distribución de la renta y a las transformaciones de la cadena de producción y los hábitos de consumo y hasta a la aparición de nuevos actores: Amazon, Google y hasta las sitios web como Kickstarter en donde los autores recaudan dinero para publicar sus obras. Las industrias culturales deben acomodarse a estas nuevas pautas.

Otro factor que ha comenzado a tenerse en cuenta son los datos personales que dejan los lectores en las redes sociales y los sitios de compra en línea. Por ahora, argumenta Benhamou, la prensa ha sabido utilizarlos mejor que el mundo del libro, pero sólo es cuestión de tiempo. Un ejemplo conocido es Goodreads, la red social para compartir las lecturas que vamos realizando (no por nada fue comprada por Amazon en 2013). Las redes sociales deciden, cada vez más, qué leemos1.

Lo digital, considerado como un todo, obliga a la economía cultural a “ocuparse de nuevas problemáticas, a enfrentar fuentes de destrucción (baja de precios, piratería, eliminación de intermediarios), actores externos a la economía cultural que absorben valor (operadores de telecomunicaciones, actores llamados over the top), pero también fuentes de regeneración de valor (por el enriquecimiento de contenidos, la llegada a nuevos públicos o los efectos de largo plazo) y a rever los modelos tradicionales (por el dinamismo propio de los pure players2 y de los innovadores)”.

La autora hace referencia a los efectos de la crisis tanto en Estados Unidos y Europa como en Asia. En el primero y el último el crecimiento del libro digital “se desvanece” mientras que en la segunda padecen una escasez endémica de público lector y una disminución del poder adquisitivo. Si bien conviene desconfiar de aquellas encuestas que dan cuenta de los hábitos de lectura (“everybody lies”, decía doctor House), otros números muestran que la realidad argentina es bien diferente: la industria cultural alcanzó una producción récord de 70 000 millones de pesos, equivalente a casi 3% del PIB, de acuerdo a una nota publicada por agencia Télam el pasado 13 de junio3. Los mercados emergentes, salvo acotadas menciones a Asia, brillan por su ausencia en este trabajo (volveremos sobre esto).

Una tesis del libro que puede servir para pensar por qué aún el mercado de e-books en Argentina está en pañales es la siguiente: “Son varias las condiciones necesarias para que el consumidor se adapte al e-book. Por el lado de la demanda, los lectores deben estar preparados para estos nuevos usos. Por el lado de la oferta, se requiere de un catálogo variado, legible y de fácil acceso, precios aceptables para el consumidor, dispositivos fácilmente manipulables, disponibilidad de formatos compatibles y una compra simple y segura”. La oferta actual, por canales legales, es exigua y —además— se realiza en formatos cerrados que impiden la migración entre dispositivos (el formato que utiliza Kindle —mobi— no es compatible con el de la mayoría de lectores —epub—). A esto hay que sumarle el costo de los lectores digitales, que si bien no son prohibitivos, aún no han alcanzado los valores accesibles que pueden encontrarse en otras latitudes (ver recuadro Boris). Si bien las estadísticas escasean, una sociología casera (mirar qué lee y en qué se lee en el transporte público) da cuenta de que cada vez más se utiliza el celular o la tablet para disfrutar de un libro. Este fenómeno, que no se circunscribe a Argentina, comenzó con la aparición del iPhone allá por 2007 y se popularizó con la masificación del Android como sistema operativo. Esta es una de esas “innovaciones disruptivas” que han impactado en la industria del libro y que, según los expertos, rompen la lógica económica y modifican tanto los procesos cognitivos como las relaciones sociales.

¿El futuro del libro? Híbrido, según Benhamou. Los libros saldrán en dos versiones y dependerán del valor agregado para llegar a la masividad. “Se trata de una revolución industrial y cognitiva. No todos saldrán indemnes. Algunos actores de la cadena del libro desaparecerán”, sostiene.

Si hay que hacerle una crítica al libro, tal vez algo injusta, es la falta de datos sobre los países emergentes. El centralismo europeo y estadounidense es un fenómenos conocido por nosotros, pero eso no debe impedir ver que faltan trabajos locales o regionales que den cuenta de estas problemáticas.

1 Alvárez Pla, Barbara (2015/09/17): “Cada vez más, las redes sociales deciden qué leemos. Entrevista a Jeffrey Yamaguchi y Chris Sigfris, expertos en marketing digital”. En: www.clarin.com [Extraída el 18/09/2015].

2 Empresa que utiliza internet como único canal de venta.

3 Laudonia, Mara (2015/06/13): “La industria cultural alcanzó una producción récord de 70.000 millones de pesos, equivalente a casi 3% del PIB”. En: www.telam.com.ar [Extraída el 18/09/2015].

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