La hora de la BBC

Por Andrea Mallimaci La niña mimada de las televisoras públicas del mundo enfrenta la peor crisis de su historia.

Por Andrea Mallimaci

La niña mimada de las televisoras públicas del mundo enfrenta la peor crisis de su historia.

La BBC, un faro de nivel internacional a la hora de pensar la televisión estatal separada del gobierno, se encuentra sumida en una crisis producto de los nuevos consumos y de la percepción por parte de cierto sector del gobierno inglés de que hay que buscar nuevas formas de solventarla: ir del canon actual vía impuestos a un modelo de suscripción. Se trata de un debate que excede lo económico y va al corazón de la lucha ideológica respecto de los medios públicos de comunicación de masas.

 

La British Broadcasting Corporation (BBC) nació en 1922 por iniciativa de un grupo de empresas de telecomunicaciones y se convirtió en pública cinco años después, a través de un estatuto real que, desde ese momento y cada diez años, fija sus condiciones y se propone garantizar su independencia económica y política.

Está considerada un sistema de referencia internacional y es el primer argumento de aquellas voces que proponen una televisión estatal separada del gobierno, con garantías de su independencia. Gran parte de su proclamada libertad respecto de los gobiernos de turno parte de su modelo económico, ya que su principal fuente de ingresos es la licencia de televisión, un impuesto que paga cada hogar y empresa que quiera recibir las señales televisivas. El monto del impuesto es decidido por el gobierno y el Parlamento británico y actualmente es de 145,50 libras anuales, una cifra que está congelada desde 2010 y seguirá así hasta 2016. Este canon le permite a la emisora no depender de partidas de dinero por parte del estado y, al mismo tiempo, no depender del ingreso de publicidad para su sustentabilidad.

En el Reino Unido, la corporación posee nueve canales: BBC News, una señal de noticias con presencia mundial; BBC Parliament, señal que sigue las sesiones del Parlamento; dos señales con ciclos infantiles, Cbbc y Cbeebies; y BBC One, Two, Three y Four. BBC One es la señal más vista en el país, que emite ficciones populares de producción propia como Sherlock y Doctor Who, programas de entretenimiento exitosos en todo el mundo como Master Chef y The Voice y programas periodísticos y deportes, como Wimbledon y la Fórmula 1 (no así la Premier League, ya que los derechos para la transmisión en vivo del fútbol están en manos de los operadores privados Sky y BT). BBC Two es la señal para el público adulto, caracterizada por el contenido educativo y cultural, así como el espacio para las audiencias minoritarias. BBC Three es el canal orientado al humor y al público joven. A partir de marzo del año pasado la compañía tomó la decisión de que la señal sólo se emita de manera online, situación que provocó bastante polémica y se leyó como uno más de los recortes que se están proponiendo para la BBC. Finalmente, BBCFour podría considerarse el “canal culto” de la BBC, gracias a su programación de cine, arte y ciencia.

Nuevos tiempos

Parecen no ser los mejores tiempos para la BBC. Una serie de hechos que se dan en simultáneo permiten considerar a este momento como el más crítico de su historia. En el medio de recortes y planes de ajustes casi salvajes, se enfrenta a la renovación de su carta real, lo que se traduce en la oportunidad de aplicar nuevas reglas del juego para propios y ajenos. En medio del debate, que está sucediendo en este momento, el primer ministro Británico puso al frente del departamento de Cultura, medios y deporte a un enemigo histórico de la BBC, lo cual no parece ayudar a las expectativas de la compañía. Mientras tanto, entre discusiones, chicanas, escándalos y decisiones trascendentales, lo que finalmente se está discutiendo es el rol del servicio público de televisión en el mundo, tomando como bandera a su principal exponente.

Real

Como ya se mencionó, la BBC se rige por una Carta Real desde 1927. Esta es la base constitucional de la Corporación y tiene como objetivo garantizar su independencia del Parlamento y Gobierno. La actual carta, la octava, entró en vigencia el 1 de enero de 2007 y expira el 31 de diciembre de 2016. Por tal motivo, desde el 16 de julio hasta el 8 de octubre de 2015 se realizará una consulta pública sobre el futuro de la BBC. El departamento de Cultura, medios y deporte, que tiene al frente a John Whittingdale, de quien hablaremos más adelante, lidera la consulta pública que se centra en cuatro ítems fundamentales: 1. ¿Por qué la BBC? 2. La escala y el alcance de la BBC, 3. ¿Cómo lo pagamos? 4. Cómo se gobierna la BBC.

En la introducción al documento que presenta la consulta, el secretario de Cultura deja bastante clara su postura: hace referencia a la consulta anterior y, en las primeras líneas, menciona que en ese entonces, diez años atrás, nos encontrábamos en otro mundo: Facebook aún no existía en el Reino Unido y YouTube apenas se asomaba. Es interesante esta referencia a las redes sociales porque la convergencia y el cambio en los consumos culturales será uno de los argumentos sobre los que luego basarán la propuesta de cambiar el modo de financiamiento. En la misma carta, llama a la BBC a adaptarse y prosperar y celebra la decisión de “ahorrar” 700 millones de libras al año1. En esta misma carta, presenta como opción la suscripción como modo de reemplazar al canon y plantea directamente la necesidad de que la BBC tenga sus propios ingresos devenidos de la actividad comercial.

Los dos primeros puntos son puramente elogiosos hacia la BBC. Se resaltan sus valores, sus niveles de audiencias, su misión y sus objetivos en términos de ciudadanía ampliamente logrados.

El punto tres “¿Cómo lo pagamos?” es claramente el eje de las discusiones actuales sobre la financiación y el solvento de la BBC. En el documento se promueve sin ocultamientos la voluntad de cambiar de sistema, mencionando las críticas más difundidas y amparándose en los cambios de consumo.

Entre dichas críticas, resalta la calidad regresiva del impuesto de la licencia de televisión. Se trata de un impuesto que todos deben pagar, sean ricos o pobres. El mismo valor, sin distinción. También, el hecho de que sea obligatorio para ver cualquier canal y no sólo la BBC y que su no cumplimiento implica sanciones criminales generando un cúmulo de “convictos” y haciendo perder tiempo a magistrados y administración pública en un delito de poca monta, entre otras.

Como alternativas, menciona fundamentalmente tres: una tasa reformada, un modelo de financiación pública universal y una combinación entre canon y suscripción. Lo que queda claro es la propuesta de cambiar el sistema actual. Por obsoleto, por no tener en cuenta a la convergencia y el fenómeno de sustitución de dispositivos y cambios de consumos culturales y por generar miles de personas fuera de la ley sin demasiado sentido.

En el cuarto punto, “¿Cómo se gobierna la BBC?” se plantean tres opciones de las cuales dos implican eliminar el BBC Trust, órgano incluido en la última reforma de la Carta a cargo de la dirección y el control del servicio público. El BBC Trust sustituyó a la Junta de Gobernadores en la última reforma de la carta por considerarla un órgano demasiado interno para ejercer un control real. Las críticas al Trust diez años después llegan por el mismo lado, la incompatibilidad de un órgano interno para controlar al servicio público y las garantías que vendría a brindar un órgano de control externo.

Un momento particular

Como decíamos, esta consulta pública llega en un momento particular en la historia de la BBC. Esta emisora siempre venerada atraviesa en los últimos años varias crisis derivadas de problemas internos, coyunturales y enemistades declaradas.

Recorte

Desde 2010 se viene llevando adelante una política de recorte contundente, desde diversos puntos. En ese año se llevó a cabo la decisión de congelar por seis años el precio del canon que pagan los hogares con televisión, basándose en una política de ahorro nacional que no excluyó a la BBC. A partir de la congelación de la licencia de televisión en 2010 se elaboró en 2011 el plan “Delivery Quality First” (“Primero Entregar Calidad”), que prevé el despido de 2.000 personas hasta 2017. También se decidió recientemente quitar la financiación de la BBC World Service, responsabilidad que asumía el Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth (FCO) y que se transfirió a la BBC. A esta medida se sumó la decisión de que la compañía se haga cargo de la licencia de los mayores de 75 años, responsabilidad que hasta hace poco asumía el ministerio de Trabajo y que ahora debe asumir la compañía, representando el 18% de reducción de las ganancias por el canon.

Todo esto llevó a una drástica reducción de servicios a partir de un plan de ahorro planteado y evaluado anualmente por la National Audit Office (Oficina Nacional de Auditoría), que incluye despidos, repeticiones, propuestas de cierres de señales y abandono de coberturas que tienen costos elevados, como las deportivas. Como era de esperarse, este proceso es acompañado por protestas por parte de los trabajadores, quienes resisten al plan de ajuste. La tensión llegó a niveles máximos cuando salió a la luz que algunos directivos, además de tener sueldos cercanos al medio millón de libras, cobraron grandes bonos por dejar sus cargos.

En 2013 la BBC fue acusada de pagar indebidamente más de 1,4 millones de libras a personal ejecutivo que abandonó la compañía por la Oficina Nacional de Auditoría, organismo que sigue el plan de ajuste de la BBC. Esta denuncia significó una mancha tremenda para la tradición de la BBC, que siempre levantó las banderas de la transparencia.

Al mismo tiempo, la orden de recorte también requirió una fuerte disminución en los sueldos. En una medida poco común, la compañía decidió ampliar esta decisión sobre las ganancias de los trabajadores a sus celebrities. De esta manera, los sueldos de las estrellas de la BBC también se recortaron hasta un 30 por ciento.

Pero tal vez el ejemplo más contundente del momento crítico de la BBC pueda ser mencionado con nombre y apellido: John Whittingdale. El pasado 11 de mayo, David Cameron lo nombró como secretario de Cultura, en una medida que se leyó como una declaración de guerra por ser reconocido como uno de los mayores críticos de la BBC. Ese día, el diario The Telegraph, reconocido aliado del partido conservador de Cameron, tituló “Los Tories le declaran la guerra a la BBC”. En esa nota el diario sostiene que la decisión es producto de la furia por la cobertura de la campaña por parte de la BBC, la que consideran anticonservadora, con “un sesgo pro-trabajo imperdonable”2 Este nombramiento en el medio de un clima adverso y complejo no puede ser leído de manera inocente. Wittingade declaró en numerosas oportunidades a lo largo de su carrera su desacuerdo con el sistema de medios públicos, la vocación de terminar con el canon y el cuestionamiento al tamaño de la BBC. En el año que se revisa la Carta Real y que se determinan las reglas del juego, el nombramiento gravita una clara provocación y toma de posición contra la BBC.

El servicio público

Esta crisis de la BBC nos lleva irremediablemente a pensar el concepto de servicio público en medios de comunicación. ¿Cuál es la misión de una emisora de servicio público? ¿Por qué debe ser sostenida o defendida? ¿Por qué no debería serlo? ¿Qué rol deberían jugar los Estados en esta concepción?

En este sentido puede ser útil la definición de Reith3, quien fuera Director general de la BBC, que señala cuatro elementos que definen un servicio público de radiodifusión: que tenga como guía el servicio público por encima del comercial; que tenga cobertura nacional; que cuente con un sistema de control y de operaciones centralizado y que tenga altos estándares a la hora de establecer su programación. Tomando estos cuatro ítems, que podrán ampliarse y debatirse, pero representan una buena base para la discusión, parece tener sentido pensar la dinámica del servicio público de radiodifusión a la hora de pensar en la democracia y la salud de los países del mundo.

Esta crisis de la BBC está acompañada por una crisis general en los medios públicos de Europa, los cuales atraviesan serias dificultades a pesar de tener una larga tradición de servicio público en todo el continente a lo largo de la historia. En contraposición, América Latina, con sus enormes divergencias en casos particulares, vive el proceso inverso iniciando una tradición de servicio público en contextos desfavorables y en escenarios mediáticos con enorme preponderancia privada. Esta diferencia, fundamentalmente derivada de posiciones hegemónicas diversas en el campo mediático, complejiza aún más la discusión sobre el rol y el funcionamiento de los servicios de comunicación públicos y nos invita a pensar en los Estados no sólo como un ente que no debe intervenir o entorpecer, sino, fundamentalmente, como el actor ineludible para aplicar políticas públicas destinadas a revertir asimetrías históricas.

Si bien es una discusión que excede por completo este artículo, no está de más dejar planteados algunos disparadores de discusiones que, además de interminables, pueden ser ricas y relevantes de cara a la discusión del campo de las comunicaciones y el servicio público.

En este artículo repasamos en varios momentos la pelea entre un gobierno y la BBC, algo que podría considerarse una marca registrada de la emisora (podemos recordar la famosa acusación de “antipatriotismo” de Margaret Thatcher por la cobertura de Malvinas) También, su concepción de ejemplo mundial de independencia por sus protecciones contra la intromisión de los gobiernos.

Una de las discusiones que podrían quedar pendientes, entonces, es esta idea de los gobiernos como los feos, sucios y malos que atentan contra la independencia de los servicios públicos. ¿Deberíamos tomar esta concepción como un punto de partida o, en cambio, podríamos también, debatir el rol de los Estados en tanto garantes de los mismos? ¿Por qué la absoluta independencia de un gobierno es tomada unidireccionalmente como un rasgo positivo de un servicio público? Y, fundamentalmente ¿son sólo los gobiernos los que atentan contra la independencia de un medio?

Tal vez sea momento de tener la discusión profunda sobre la relación entre las personas y los partidos que ocupan cargos en un gobierno y la construcción de un sistema de medios que trascenderá a los individuos. Probablemente sea momento de dar esta discusión abandonando las exclamaciones escandalizadas y pensando alternativas reales derivadas de la construcción de mapas de agentes de poder que trascienden a la política partidaria que ocupa la administración de un Estado por un tiempo determinado e incluyen poderes mucho más perdurables, por momentos más influyentes y con mandatos de por vida.

Se promueve sin ocultamientos la voluntad de cambiar de sistema amparándo­se en los cambios de consumo.