Por Mariela Baladron
Los desafíos en las redacciones
Si bien la convergencia tecnológica ha impactado a todos los sectores productivos de la sociedad, una de sus manifestaciones materiales más profundas se visibiliza en las relaciones laborales. La productividad de los trabajadores y su relación con el capital se ha reconfigurado a partir de la expansión de la digitalización de los procesos productivos. La autonomía y un mayor componente de trabajo intelectual o creativo comenzaron a ser requerimientos comunes a industrias y servicios muy diversos entre sí. Sin embargo, ese tipo de cualificación se detectaba históricamente en los trabajos ligados a las industrias culturales. La pregunta que subyace es ¿cómo se ha transformado a su vez el trabajo creativo dentro de las propias industrias culturales, en particular la prensa gráfica, uno de los sectores más impactados por la convergencia tecnológica?
Características del trabajo creativo
En las últimas décadas, el capitalismo informacional o la sociedad de la información y del conocimiento, según algunas de las múltiples definiciones que recibe la fase capitalista contemporánea de las sociedades occidentales, ha producido importantes cambios también en el mundo del trabajo. Muchos de estos cambios tienen su origen en el trabajo creativo característico de las industrias culturales, cuya impronta se ha expandido a la mayoría de los sectores de la economía. Estas condiciones laborales, nuevas para muchos ámbitos, aunque viejas para el negocio de la comunicación y la cultura, incluyen la exigencia de creatividad y calidad de los productos, flexibilidad y polivalencia de los trabajadores, importancia de la novedad y precariedad del empleo, entre otras.
La informatización y automatización de los procesos productivos en general exigen una mayor calificación de los trabajadores, que implica un conocimiento más profundo del proceso productivo en el que están inmersos, mayor autonomía en la toma de decisiones y un aumento en la demanda de trabajo intelectual y creativo. Es decir, las nuevas tecnologías no eliminaron la necesidad de trabajo vivo, sino que lo reconfiguraron, con nuevas exigencias para la producción de bienes y servicios.
El trabajo creativo genera productos con un componente material y simbólico, donde el costo principal es la generación de un prototipo cuya rentabilidad deviene de su reproducción a escala, digitalización mediante. Cada prototipo (podría ser un libro, una película, una revista, un diario, etcétera) contiene un trabajo creativo que le brinda un carácter único, pero que al mismo tiempo requiere una renovación constante en el mercado. Son productos que no desaparecen en el acto de consumo pero que, a partir de la convergencia, pueden materializarse en diversos soportes y ser copiados o duplicados. Estas características suman nuevos desafíos, por ejemplo, la búsqueda de nuevas barreras artificiales para aplicar el viejo modelo de propiedad intelectual analógico en un nuevo ecosistema digital.
A su vez, este proceso se completa con otra dimensión que lo caracteriza simultáneamente: una mayor precarización de los trabajadores. Al analizar esta problemática, Diego de Charras, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y actual director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de esa casa de estudios, lo define como “un proceso de dualización entre, por un lado, la autonomía –que ganaría un sector altamente calificado de los trabajadores al recuperar el conocimiento sobre una mayor parte del proceso productivo, sumado a una elevada incorporación de trabajo creativo e intelectual –y, por otro, mayores niveles de precarización debido a la sobreexplotación del trabajo a partir de diversos procesos de flexibilización”¹.
En el caso de la prensa, esa precarización se cristaliza en la figura del colaborador. Para evitar establecer una relación laboral, los medios restringen las colaboraciones anuales a menos de 24, el límite que dispone el Estatuto del Periodista para ser considerado como colaborador permanente. Esta práctica se generalizó y abarca a un gran número de los trabajadores de prensa. Fernando “Tato” Dondero, delegado de Página/12, considera que se trata de uno de los desafíos en la actualidad, ya que “nos encontramos con suplementos de diarios o revistas que salen con el trabajo de un editor, un diagramador y un sinnúmero de colaboradores factureros que no tienen más derechos que el de cobrar lo que la patronal decida, por nota, y cuando le quieran pagar”.
El proceso de la convergencia y los sectores pioneros de las industrias culturales
La perspectiva histórica indica que cada innovación tecnológica en el ámbito de los medios de comunicación modificó la situación precedente, pero en ningún caso los nuevos medios o plataformas tecnológicas reemplazaron a los anteriores. La convergencia y, sobre todo internet, no parecerían ser la excepción, aunque sin duda son procesos de reestructuración profunda entre las relaciones de creación, producción, distribución y consumo de la comunicación y la cultura.
El crecimiento acelerado de las redes digitales que permiten un mayor ancho de banda para los usuarios, sumado a una mayor disponibilidad de dispositivos personales y portátiles (como celulares y tabletas en los últimos años) han transformado a varios sectores y los casos pioneros son el de la industria fonográfica y la prensa escrita.
Este doble proceso consiste en la caída de las ventas de los soportes materiales tradicionales, como los CDs y los diarios en papel, con un aumento del público de internet para la descarga de canciones y la lectura de diarios online. Sin embargo, la incógnita es cómo rentabilizar a un nuevo público acostumbrado a la gratuidad del medio. Además, exigir el pago por estos productos enfrenta otra dificultad: la teoría económica supone el pago por bienes escasos, el oxímoron en este caso, ya que en internet la información es superabundante. Por otra parte, el mercado publicitario en internet no estaría creciendo a la velocidad suficiente como para solventar los ingresos que antes se percibían por el producto material, es decir, el precio de tapa del diario o la compra del CD. Además, los intermediarios no desaparecen de la escena, ya que son reemplazados por otros nuevos: los motores de búsqueda y las redes sociales.
Si bien la vaticinada desaparición de los diarios en papel aún no es una realidad, la caída en las ventas parece no encontrar un piso, tendencia mundial que también se verifica en la Argentina. A partir de un análisis de las ventas de los principales matutinos de Buenos Aires que publica el portal Diario sobre Diarios desde 2004, sobre la base de boletines informativos del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), en 2014 Clarín hizo su peor marca histórica con 231.727 ejemplares vendidos y La Nación tuvo su segundo peor año en la última década.
Según el último informe de Diario sobre Diarios, 2014 fue el noveno año consecutivo en baja del gran diario argentino y el peor en circulación de su historia, la cual se contabiliza desde 1958, año desde el que se cuenta con datos del IVC (el diario fue fundado en 1945). El último año en el que Clarín registró una suba interanual fue 2005 (con 416 887 ejemplares) y a partir de 2011 el diario descendió por debajo de los 300 mil ejemplares promedio.
En el caso de La Nación, si bien 2014 fue su segundo año seguido en baja con una caída similar de 5 ejemplares menos por día, continúa siendo el diario más estable en circulación de la última década. La iniciativa de la tarjeta Club La Nación parece haber sido efectiva durante algunos años para detener la caída en las ventas, pero parece haber encontrado su techo desde 2013. De todas formas, la importante caída en ventas de Clarín acerca al diario de los Mitre-Saguier al primer lugar en ventas. En 2004 la diferencia era de más de 250 mil ejemplares, mientras que 10 años después esa distancia se redujo a 76 848.
Es importante recordar que Clarín y La Nación son socios accionistas, junto al Estado nacional, de Papel Prensa, la principal productora de papel para diarios del país, y cuya adquisición durante la última dictadura cívico militar está siendo investigada en la justicia.
Diario papel y diario online: ¿una redacción para dos diarios?
Desde mediados de la década de 1990, los dos principales diarios argentinos, Clarín y La Nación, lanzaron sus versiones digitales. En un principio eran réplicas de las versiones en papel, pero rápidamente los diarios online fueron adquiriendo identidad propia, rediseños, relanzamientos y aumento de la plantilla de trabajadores.
La idea de una convergencia de redacciones y periodistas entre la versión papel y online de los diarios es de larga data, pero pese a numerosos intentos ese proceso fue lento y aún no está consolidado por completo.
Pablo Llonto, abogado y periodista, delegado sindical de los trabajadores de prensa de Clarín entre 1984 y 1999, describe este proceso como una “virtual desaparición de los correctores y correctoras de los medios, una merma del trabajo para los reporteros gráficos y un intento de las patronales de llevar adelante varios medios con una sola redacción y Clarín en ese sentido ha tomado la delantera”.
En el caso del diario fundado por Bartolomé Mitre en 1870, inició su versión online en 1995 con dos periodistas (en la actualidad cuenta con 54 profesionales dedicados específicamente al diario online). En sus orígenes el equipo online funcionaba en un piso diferente al de la redacción y con un régimen diferente de entre 8 y 9 horas de trabajo. Luego, una parte de ese equipo empezó a trabajar en el mismo piso junto a la redacción del diario impreso, pero de forma separada. El primer avance concreto para unificar las redacciones se presentó por primera vez ante sus trabajadores en 2007 con el proyecto convergencia. El entonces secretario general de la redacción, Héctor D’Amico, planteó unificar ambas estructuras, papel y online. Al respecto, Irene Haimovichi, delegada de los trabajadores de prensa del diario La Nación, destaca que le llamó la atención el pedido de D´Amico a los trabajadores de prensa de presentar ideas de negocio ante la incertidumbre del contexto del sector: “yo me sentí sorprendida de que un directivo de la redacción de una empresa como La Nación tuviera como propuesta que nosotros le lleváramos propuestas, y eso también muestra el nivel de desconcierto que había”.
Finalmente las redacciones se unificaron entre 2008 y 2009 en Clarín y La Nación. En el caso del diario de los Mitre-Saguier, si bien se incorporaron redactores online, equipos de producción multimedia, jefes y editores, los ingresos de la versión digital permiten que sea sostenible, pero no rentable aún. En 2014 cambiaron las autoridades del diario: D´Amico se jubiló y Carlos Guyot asumió la secretaría general de la redacción. Además, se incorporó un nuevo gerente general, Guillermo Rivaben, ex CEO de Personal. Luego de elaborar un diagnóstico y una propuesta periodística y comercial, los nuevos directivos presentaron la nueva redacción y el plan estratégico. Al respecto, Haimovichi rememora y compara esta etapa con la presentación de D´Amico 8 años atrás: “en el fondo no hay una diferencia sustancial con lo que plantean ahora, el centro de la presentación era la incógnita y hoy sigue siendo la incógnita”.
Haimovichi describe la nueva estructura propuesta por La Nación para crear una redacción convergente con periodistas especializados en papel y online, que consiste en 2 mesas de edición y una mesa de dirección central con representantes de cada especialidad. También se destacó la calidad como diferencial de marca del diario y la intención de recuperar el espacio de la redacción como lugar de aprendizaje para los periodistas más jóvenes. Sin embargo, la preocupación es que el nuevo esquema requeriría una dotación de personal inferior a la actual².
Desafíos y oportunidades frente a la incógnita
Otro de los desafíos actuales para los trabajadores de prensa consiste en resistir la imposición de la multitarea, es decir, la acumulación de más de una función profesional en un mismo trabajador. Dondero describe una situación de flexibilización, con “redactores que toman fotos, fotógrafos que filman, camarógrafos que editan, etcétera”. Y agrega: “de ningún modo los trabajadores nos negamos a las posibilidades que permiten las nuevas tecnologías; lo que pretendemos es discutir de qué forma se incorporan a nuestro trabajo. Y hay una regla de oro: la única forma legal y legítima de incorporarlo es a través de la negociación colectiva, en el marco de un acuerdo general de la actividad. Todo convenio individual (o por empresa) en el que se dispone la realización de más de una tarea por el mismo salario es ilegal”.
La multitarea además atenta contra la calidad periodística, un tema clave en tensión. Por un lado, la calidad podría ser un diferencial para atraer la atención del público en internet, con recursos digitales que no habilitan los diarios en papel, como infografías y mapas interactivos, videos, galerías de fotos, hipervínculos, etcétera. Al mismo tiempo, la búsqueda de mayor rentabilidad con un mismo trabajador atendiendo múltiples funciones atenta contra la especialización. Incluso, la reducción de correctores, como sucedió en Clarín, también afectó la calidad de la escritura.
Muchos especialistas reconocen los cambios que estos procesos también producen en los oficios. Patxi Azpillaga, Juan Carlos de Miguel y Ramón Zallo describen el caso del periodismos online: «Se trabajaría desde la diversidad del hipertexto frente a los formatos standard y los géneros de los media. La relación comunicativa misma sería más interpersonal y personalizada, recreándose nuevas comunidades por intereses y aficiones. Asimismo, la linealidad informativa dejaría paso al collage informativo. Sería un periodismo de especialización temática, técnica o por grupos de usuarios y más centrado en los servicios que en las noticias. El periodista es hoy más un comunicador que un informador»³.
Además de las transformaciones de los lenguajes y los nuevos recursos multimedia y digitales que modifican el periodismo online, una clave para su rentabilidad podría estar signada por la especialización y segmentación. Al menos, esa parece ser la estrategia de los principales diarios online, que empiezan a solicitar suscripción gratuita a sus lectores. Los datos de su público y el tipo de intereses y navegación que realizan podría ser un activo para poner en valor ante anunciantes y publicistas.
En relación a la pregunta por la rentabilidad, hay lugar para diversas miradas. En un contexto que muchos leen con incógnitas e incertidumbres, Pablo Llonto percibe una oportunidad: “Las nuevas tecnologías y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual abren muchas puertas para la aparición de nuevos medios o nuevos canales de producción de información. Sin embargo, los periodistas aún se aferran a los viejos medios, temerosos de la ‘inseguridad económica’. Por ende, sólo queda la esperanza de que los más jóvenes se animen a la creación y multiplicación de medios digitales, marquen una nueva agenda informativa y pongan al aire decenas de canales de televisión que jerarquicen la TV digital y la información televisiva o escrita o radial por celulares”.
—
¹ De Charras, Diego (2015): “Trabajo creativo, industrias culturales y capitalismo informacional: observaciones sobre una tríada compleja”.En Revista Eptic, Vol.17, n°1, enero-abril 2015, Universidade Federal de Sergipe (UFS), Brasil.
² Esta información está detallada en una nota publicada por Irene Haimovici en el blog de la Gremial de Prensa el pasado 23 de mayo con el nombre “Nueva redacción, viejas deudas”. En: www.lagremial de prensa.wordpress.com [Visto el 10/07/2015]. Allí describe el proyecto de la nueva redacción, presentada por los directivos a los trabajadores del medio, y la situación de los trabajadores en La Nación. El 8 de junio recibió un telegrama por parte de la empresa en su domicilio con una sanción disciplinaria por dar a conocer información sensible y estratégica.
³Azpillaga, Patxi; Miguel de Bustos, Juan Carlos; Zallo, Ramón; (1998): «Las industrias culturales en la economía informacional I Evolución de sus formas de trabajo y valorización«. En: ZER Revista de Estudios de Comunicación, nº5. Bilbao: UPV/EHU, pp. 53-74. Disponible en: www.ehu.es [Extraído el 10/07/2015].