Un presente con obstáculos detrás de la bella postal futurista
Por Tomás Balmaceda (*)
A pesar de las promesas y el marketing, el futuro de los vehículos sin conductor no es tan prístino como parecía. Dilemas, obstáculos y celos en la creación de un auto que se maneje solo.
Bien podría ser una de las escenas de las revistas que anticipaban el futuro en la década del 60: un mundo en donde cientos de miles de autos navegan por la ciudad sin necesidad de ser conducidos, manteniendo una velocidad constante y con la distancia justa para no chocar; los embotellamientos son parte del pasado porque el fluir del tráfico es constante y parejo, no existen los accidentes y cada pasajero puede utilizar su tiempo en el automóvil para leer, comer o dormir, porque sabe que un algoritmo selecciona la ruta más eficiente hasta su destino gracias a la actualización constante del estado del camino. El orden es tal que la idea de ser dueño de un auto resultará exótica ya que habrá coches comunitarios compartidos y organizados por nuestros destinos que nos pasarán a buscar por la puerta de nuestras casas. Al no existir más los choques, serán artefactos más livianos que, por lo tanto, requerirán mucho menos combustible y contaminarán menos. Suena a una verdadera utopía pero es el discurso de aquellos que están trabajando en este momento en proyectos de automóviles autónomos que para compañías como Ford serán una realidad en todo el mundo para 2022. Detrás de la bella postal futurista, sin embargo, hay un presente con bastantes problemas.
El proyecto de fabricar vehículos que no necesiten de un conductor es prometedor a varios niveles. No sólo por los beneficios que pueden traer en la vida diaria, sino porque podrían significar increíbles ganancias. Es por eso que las compañías involucradas son numerosas. El plan no sólo es parte de los programas de investigación y desarrollo de automotrices tradicionales como Fiat, Ford o Mercedes Benz sino que empresas techies como Google, Apple e Intel también están trabajando en el área que en algunos países cuenta con apoyo oficial. En enero de 2016, por ejemplo, la administración de transporte de los Estados Unidos destinó 4 mil millones de dólares a subvencionar esta tecnología que tiene, según la resolución que lleva la firma de Barack Obama “un enorme potencial para salvar vidas, reducir emisiones de gases tóxicos y transformar la movilidad para los ciudadanos estadounidenses”. Es, sin dudas, un excelente slogan y una potente declaración de principios que debe ser leído con atención.
Si bien se calcula que un alto porcentaje de los accidentes en calles y rutas son causados por errores humanos, la aparición de vehículos comandados por programas de computación podrían significar otro tipo de riesgos. Los expertos en ciberseguridad creen que no están dadas las condiciones aún para que toda una flota de móviles conectados a la web esté en la calle. De hecho, en 2015 los hackers Charlie Miller y Chris Valasek tomaron control de manera remota del sistema de navegación de un Cherokee de Jeep, aumentando la temperatura de la cabina, poniendo música al máximo del volumen, bajando los vidrios y cortando la transmisión eléctrica, lo que obligó al conductor a detenerse en medio de una ruta. El francés Jonathan Petit, por su parte, utilizó un puntero láser para deshabilitar las cámaras del vehículo autónomo de prueba de Uber que, cuando pierde contacto con las imágenes que recoge, se apaga de manera preventiva. Según el hacker, basta con eso para cometer un robo o provocar un accidente. “Si uno cree que los sensores nos dan seguridad tiene que pensarlo de nuevo”, le dijo en un reportaje a Business Insider, agregando que también desarrolló un programa que rastrea la señales que emiten los vehículos para estar conectados a una red y de ese modo puede saber la ubicación exacta de cada dispositivo.
Tampoco parece tan claro que el reemplazo de nuestros autos actuales por los autónomos disminuya la contaminación. El objetivo a largo plazo es crear flotas de móviles que realicen pooling llevando y trayendo personas de un sitio a otro y reduciendo de este modo el número de coches. “En cinco o diez años la noción de «ser dueño de un auto» será algo vetusto o sólo limitado a personas con alto poder económico ya que será mucho más sencillo y barato moverse en vehículos autónomos compartidos”, pronosticó sin ruborizarse George Bauer, quien trabajó 30 años para BMW como ejecutivo y que en 2016 lanzó Fair, una startup vinculada a la movilidad. Pero ese plan choca con lo que están mostrando empresas como Uber y Lyft con sus servicios de pooling: los millennials abrazaron la idea de que sea alguien más el que los lleve de un lado a otro, en vez de manejar ellos mismos, no están felices con compartir sus recorridos con desconocidos. Así, poder tener un auto sin saber manejar parece ser una razón fuerte para sospechar que la cantidad de vehículos aumentará en la calle en vez de disminuir y eso implica subir la cantidad de contaminación vinculada con la fabricación y uso de más y más unidades.
En los últimos meses, además, algunas de las compañías que mostraban mayor entusiasmo en el tema comenzaron a ser más cautas con sus expectativas y promesas. En diciembre de 2016, por ejemplo,
Google separó su proyecto del resto de las actividades de la compañía y fundó una nueva —bajo el paraguas de su empresa madre, Alphabet— bautizada Waymo. Si bien el objetivo de dividir el negocio podría significar revitalizar sus acciones al darle libertad, muchos creen que en el fondo lo que se hizo fue poner a salvo las acciones del gigante de la web en caso de que todo las fantasías del automóvil sin conductor nunca se concreten. En agosto del año pasado, tres ejecutivos importantes renunciaron a la vez, incluyendo al jefe del área técnica, Chris Urmson, que se fue tras siete años de trabajo en Google. Esto fue leído por muchos como el anticipo de problemas que se avecinan.
A diferencia de su competidor, Apple siempre se mostró cauta y a pesar de que mucho se especuló en la prensa, recién en abril pidieron permiso a las autoridades de California para que cuatro automóviles recorrieran las ciudades. Por lo que se desprende de ese pedido, Tim Cook y su equipo no están pensando en crear un auto propio, sino explorar el software que se requiere para hacerlo funcionar. Un camino similar es el que tomó Samsung, que está haciendo pruebas en Corea del Sur pero sin planes de ingreso al mundo automotriz, sino la búsqueda de mejores algoritmos a la hora de manejar y el testeo de tecnologías vinculadas con los sensores y su procesamiento.
Mucho más dispuestos a mostrar sus avances son los ejecutivos de Uber, quienes habían logrado permiso para probar su flota de autos sin conductor en Pittsburgh y San Francisco pero debieron suspender todos sus planes hasta nuevo aviso en marzo tras un insólito accidente en el que uno de sus vehículos terminó volcado en plena calle al girar en una esquina. Para colmo de males, varios usuarios de Twitter denunciaron haber visto a sus experimentos cruzando la calle a pesar de tener luz roja en el semáforo. La explicación oficial asegura que se trató de un error de software pero los maliciosos sospechan que se los programó adrede para que crucen en los últimos segundos de la luz amarilla, para ser más veloces. Y en febrero recibieron una denuncia penal de Google que asegura que uno de sus empleados descargó 14 mil archivos de una de las computadoras del gigante de Mountain View antes de renunciar y ser contratado por Uber. Google cree que los autos de Uber están utilizando esos conocimientos.
Existen, además, contratiempos de los que poco y nada se sabe. Por ejemplo, en mayo de 2016 falleció la primera persona en un accidente con un vehículo autónomo pero la noticia recién se la conoció en agosto. Fue con coche electrico Tesla y lo poco que se sabe es que sucedió en una ruta estadounidense en un día soleado debido a que el acoplado blanco de un camión no se distinguía del color del cielo por el ángulo de la luz, lo que provocó una colisión en un freno inesperado.
Hacer futurología siempre fue difícil en el ámbito tecnológico así que nadie puede asegurar que el sueño del auto autónomo haya llegado a su fin. Pero sí parece seguro que la mejor estrategia es ser cauto…
(*) Periodista de tecnología y cultura pop. Doctor en Filosofía y docente en universidades. En Twitter es @capitanintriga