Digitalización en Argentina

Nuevas tecnologías en el cine y cambio de paradigma mundial El año 2014 nos dejó por fin el

Nuevas tecnologías en el cine y cambio de paradigma mundial

El año 2014 nos dejó por fin el momento en que arte, tecnología e industria conjugaron un cambio clave en el cine argentino. Fue un año bisagra en un proceso que comenzó hace no tanto, pero que su inicio encontró a la mayoría de los países del mundo bastante rezagados; Argentina, con un índice de digitalización bastante bajo en 2012, fue junto a Brasil los dos únicos países que pusieron en marcha planes para afrontar el cambio de paradigma en la distribución y la exhibición de cine. Dos años después, Argentina es un referente a nivel internacional. 2014 fue el año donde se cambió el paradigma, fue el año de la digitalización.

La industria cinematográfica está por fin en vías de cambio para sustituir lo analógico por lo digital: un cambio que aún hoy encuentra sus resistencias en diferentes sectores, pero que en muchos sentidos se puede equiparar al salto tecnológico que implicó la incorporación del sonido, o el paso del blanco y negro al color.

En la misma línea que estos casos, la digitalización es un proceso que atraviesa transversalmente a toda la esfera del audiovisual en su conjunto: desde la captura o grabación (antes, filmación) hasta la exhibición. Pero en esta situación en particular, el núcleo de la evolución tecnológica no pasa (tanto) por lo estético (motivo por el cual quizás esta revolución pasa más desapercibida en lo que a la opinión pública importa —es un cambio inconsciente para las nuevas generaciones nacidas al alba de los televisores o computadoras del LED Full HD y de las consolas de juego, entre otras cosas—). La cuestión aquí es que todo implica una intensa modernización del proceso productivo del cine, habilitando una importante reducción de costos inversamente proporcional al aumento de la calidad de imagen y sonido, sumado a las nuevas formas perceptivas de ver y consumir cine (3D, 4D, 5D, Sonido 11.1 o superior, HFR, salas VIP, etcétera).

Este cambio es tan intenso que todos los actores que participan en la industria están apostando al cine digital que trasciende al hecho de cambiar un proyector 35mm por otro digital, es decir, trasciende al exhibidor y alcanza a las casas productoras y distribuidoras.

En Argentina, como se mencionó, el Estado Nacional tuvo una gran presencia y, a través del Programa de Digitalización de Salas que lleva adelante el INCAA se alcanzaron excelentes resultados en muy poco tiempo: si en 2012 la digitalización osciló entre un poco menos del 20% hasta el 33% de las salas digitalizadas a principios de 2013, con la creación del Programa y con incentivos asociados, el año 2015 comienza con ese porcentaje multplicado por cuatro. De 904 salas de cines en todo el país, 724 son digitales. Es decir, que en un año y medio se arribó al 80% de la digitalización del país, posicionándolo muy cerca del roll out.

Este camino de reconversión, reestructuración y modernización anuncia una sola cosa: el apagón analógico está cerca.

Pero la digitalización es…

La industria del cine en sí no es la primera en encarar este desafío: por ejemplo, la industria de la música dio su primer paso a la digitalización ya hace casi 30 años, cuando el CD remplazó al cassette como formato de consumo masivo estandarizado. Este ejemplo nos ilumina un poco las ventajas del proceso: la música almacenada en los viejos cassettes estaba sujeta a una obligatoria degradación, problema que hasta la década del 80 tuvieron la mayoría de los soportes de audio como los discos de vinilo o los discos de pasta. El problema es que la vida útil de un formato analógico está estrechamente ligada a la calidad de su soporte: a medida que le sumábamos escuchas a un casette, el sonido iba perdiendo calidad ya que la cinta electromagnética que almacenaba la señal se iba deteriorando. Pero el problema no termina allí: si intentamos rescatar esa señal, copiando la música a un cassette virgen nuevo, la nueva copia se iba a escuchar igual de mal que la copia anterior.

Cuando el mercado comienza a ofrecer música en formato digital, ese problema desaparece. La música de un CD nunca va a tener pérdida de calidad, y si el formato se deteriora, la clonación de la señal a otro disco nos va a permitir escuchar exactamente lo mismo que escuchamos la primera vez que el original se grabó.

Pensemos un ejemplo similar el mercado del cine hogareño vivió un proceso similar a la industria musical cuando el videocassette viene a ser remplazado por el DVD. Si nosotros tomamos una película en VHS y la copiamos en un cassette nuevo sucedería lo mismo que con el cassette hace 20 años atrás.

Pero el problema, quedó evidenciado, no se resuelve con un CD o un DVD, ni siquiera con un disco rígido en cualquiera de sus formatos, ya que la circulación de estos no sólo generaban daños en el soporte (rayas, materiales ilegibles, incompatibilidades de formato, etcétera) sino que su principal problema radicaba en dos aspectos: 1) la calidad debía ser degrada (comprimida) para ocupar el espacio disponible en un CD o en un DVD, incluso a posteriori en un Disco Rígido; 2) la circulación de soportes estimulaba la piratería comprometiendo fuertemente al mercado; y si se quiere agregar un punto más, 3) los datos ya no tienen soportes, son virtuales (la gran tendencia mundial a ver o escuchar contenidos en línea).

Las ventajas de lo digital sobre lo analógico son todavía más complejas y extensas: los formatos digitales no sólo nos permiten evitar el ruido y perdidas de información, o aprovechar las bondades de la compresión, sino que también son mucho más fáciles de procesar y editar (pensemos cómo era la edición cinematográfica años atrás, donde se cortaban y pegaban cintas de fílmico, cuando hoy es un trabajo que se realiza con un par de clics en una computadora) o nos traen toda una serie de herramientas para detectar y solucionar errores que el mundo analógico no poseía.

También, sobre el particular, cabe aclarar que, como mencionaba un famoso teórico, el mundo de los softwares ha hecho que un simple montajista se convierta en una figura central que deba velar por aspectos de los que antes ni debía preocuparse. Los softwares contienen cantidades de herramientas impensadas sólo hace quince años atrás. El trabajo se ha tecnologizado al extremo y sigue en ese camino. Vislumbramos la carrera de “Ingeniería Artística Audiovisual” en nuestro horizonte.

El cine digital

El salto que se vivió en el cine hogareño hoy por fin está llegando a las grandes pantallas. Mencionábamos antes que quizás el público final no termine de tener una idea tan tangible de qué es lo que ocurre, pero el cambio está generando un avance tan grande en la producción, distribución y exhibición de films que pocas veces en la historia de la industria se ha vivido.

Todo lo que analizamos en estos párrafos ha detonado un proceso de revolución tecnológica con consecuencias que atraviesan a todas las ramas de la industria cinematográfica. La llegada del digital en primer lugar viene a desplazar como soporte al fílmico de 35mm y en poco tiempo a los demás formatos hogareños menores al 2K (2048×1080 píxeles). El acceso a estos formatos de captura, o superiores, son muchos más accesibles, por ejemplo, de lo que era el fílmico para las producciones independientes de hace veinte años. El abaratamiento de la tecnología abre las puertas a que más artistas y más productoras puedan iniciar el recorrido para filmar (o grabar o capturar, como se prefiera a esta altura). Porque el soporte digital no sólo nos permite olvidarnos del altísimo costo de los rollos, sino que evita tener que entrar en gastos extra para digitalizar el material antes de editarlo y, sobre todo, volver a grabarlo en un soporte analógico para distribuirlo.

La edición y el montaje en el cine requirieron de las computadoras mucho antes que la filmación y la distribución, esto implicó que durante décadas el proceso para hacer una película era básicamente filmar en 35mm, digitalizar ese material para la postproducción, y luego realizar copias en formato analógico nuevamente para poder proyectarlo en las salas de cine. Resumidamente el proceso fue así: 1) FILM-FILM-FILM; 2) FILM-DIGITAL-FILM; 3) FILM-DIGITAL-DIGITAL y 4) DIGITAL-DIGITAL-DIGITAL, sin olvidar los entrañables pero ya obsoletos formatos U-MATIC, BETACAM, D1, D2, etc; el mismo Séper16, y todos los formatos de video desde el 8mm hasta el actual HD, que ya empieza a deteriorarse frente al 2K, 4K y 8K, y ante los códecs de altísima compresión, pero no de menor calidad como el H264, HEVC, entre tantos otros.

La desaparición de estos saltos de formato ha provocado que hoy en día el camino sea mucho más ameno y económico, generando un impulso transversal en la industria del cine internacional.

La digitalización en Argentina

Al momento de cambiar un paradigma tecnológico siempre aparece un problema básico: la inversión. Las ventajas del nuevo sistema vienen de la mano de una renovación necesaria de equipamiento, y el caso del cine no es la excepción. El abandono del fílmico implica apostar a nuevas cámaras, nuevas formas de almacenamiento, de distribución y de proyección.

Aquí es donde el Estado Nacional, de la mano del INCAA, emerge como un actor central. Porque si bien el sector privado ha impulsado la migración de los grandes complejos multipantallas, el sector público a través del INCAA se ha posicionado también como protagonista indiscutible.

La cuestión es que en el mapa de las salas de cine en Argentina los pequeños cines locales permanecen compitiendo con las cadenas multinacionales. Así, estos emprendimientos, que muchas veces vienen de la mano de pequeñas y medianas empresas, o mismo están bajo jerarquía municipal, continúan peleando para no ser desplazados.

En este contexto, es el Estado el que aparece como impulsor de una reconversión necesaria para garantizar un mercado más diverso y democrático. Garantizando fondos de inversión para gestionar préstamos a las salas que lo necesiten, estableciendo acuerdos con proveedores para producir el equipamiento e impulsando la relación entre los protagonistas del sector, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales fue un agente clave en el camino que recorrió el país para llegar a ser uno de los primeros 5 países productores de tecnología para cine digital en el mundo.

Los próximos pasos

El avance de la tecnología no se detiene, y el intento por seguirlo de cerca sólo puede ser parte de un esfuerzo conjunto. Bajo este concepto, el INCAA está apostando a las nuevas posibilidades que aparecen con el cine digital: de la mano de la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales, ARSAT, la compañía estatal especializada en tecnología satelital, se vienen efectuando pruebas de transmisión satelital de películas y en el armado de un plan de negocios para la industria argentina de delivery satelital de films. De la mano de esta nueva posibilidad, aparecen también los esfuerzos para concretar la Base de Contenidos Digitales del INCAA, la cual no sólo protegerá el acervo cultural del Instituto, sino que también facilitará la distribución de las películas nacionales a través de la distribución satelital y por fibra óptica de esos contenidos.

Estos proyectos marcan el rumbo de una industria en plena revolución. Las ventajas de la digitalización distan de estar completamente exploradas, pero el lugar al que ha llegado la Argentina gracias al trabajo del sector público y privado nos da la pauta de que la innovación se encuentra de aquí en más como el principal horizonte.

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